Todo empezó hace 12 años. Un argentino aún con cara de niño se paraba en la banda del estadio Montjuic para relevar al portugués Deco. Eran los últimos minutos del partido. Llevaba el número 30 y ya había dado muestras de su clase jugando con las inferiores del Barcelona. Algunos lo señalaban como el heredero de Ronaldinho, uno de los ídolos culés más recientes. Otros, incluso, se atrevían a decir que sería mejor. En ese entonces tenía 17 años y ya daba detalles de crack.
Los años 2002 y 2003 fueron muy difíciles para el FC Barcelona. Joan Gaspart, entonces presidente del equipo, había sumido a la entidad en una crisis económica y deportiva. Pero entre todos los errores, hubo un acierto. Fue durante su gestión cuando Carles Rexach, director deportivo del club, fichó a un chaval de 13 años que terminó por convertirse en leyenda. ¿Su nombre? Lionel Messi.
El niño sabía jugar muy bien al futbol, pero tenía un problema de crecimiento. Jorge Messi, papá del muchacho, había gastado todo su dinero en Argentina y se había trasladado a España en busca de trabajo para pagar el tratamiento de su hijo.
Dentro del club se dudaba del pequeño. Sin embargo, Rexach, ante la insistencia de Jorge Messi, le ofreció un pre contrato carente de formato y elegancia, pero que en el fondo valía mucho. El documento estaba escrito en una servilleta.
Mientras se desarrollaba en el club y sufría las dolorosas inyecciones de la hormona que faltaba en su organismo, Lionel se dedicó a hacer lo que mejor sabía hacer, jugar futbol.
Después de 12 años, el tiempo le ha dado la razón. El niño que firmó su contrato en una servilleta se ha convertido en uno de los mejores futbolistas de la historia. Ocho ligas. Cuatro Champions. Máximo goleador en la historia del Barcelona (461) y cinco balones de oro, lo respaldan.