Por: Roberto Quintanar
El gol es la emoción máxima para aficionados, jugadores y hasta cronistas, el momento de catarsis y comunión en un grito surgido del corazón mismo del deporte. Al mismo tiempo, se convierte en la dolorosa penitencia quien lo recibe: tristeza, decepción y molestia… una corona de espinas que desgarra cuando el tanto significa una derrota.
Todo ese cúmulo de sensaciones se hace todavía más especial cuando la cita es una Copa del Mundo. Hay goles que han hecho llorar de alegría o tristeza a todo un pueblo; ¿cómo olvidar aquella anotación de Ghiggia que dio el título a Uruguay en el estadio Maracaná causando la desgracia de todo un país que esperaba ver campeón al equipo local en Brasil 1950? ¿Cómo no emocionarse con aquel relato a cargo del periodista y locutor uruguayo Víctor Hugo Morales, quien incluso derramó lágrimas tras presenciar la obra de arte balompédica que Diego Maradona dibujó frente a Inglaterra en los cuartos de final de México 1986?
Un hombre pudo presumir a lo largo de su vida haber sido el primero en dibujar la sonrisa del gol en la máxima cita del futbol. Cortar el listón inaugural de las porterías mundialistas fue un honor que correspondió al francés Lucien Laurent, quien jugaba como interior derecho en el Cercle Athlétique de París.
Laurent nació el 10 de diciembre de 1907. Inició su carrera semiprofesional a los 14 años de edad con el CA París, equipo al que perteneció hasta 1930, cuando pasó al Sochaux, equipo de la empresa automotriz Peugeot, donde él trabajaba como obrero. Jugando en ese club fue que llegó la convocatoria para representar a su país en el primer Mundial de la historia, a celebrarse en Uruguay.
Los europeos llegaron en barco a la República Oriental. El largo viaje les obligó a realizar una preparación precaria que hoy en día podría considerarse algo folclórico. “Entrenamos en la cubierta cada mañana por dos semanas”, rememoró en alguna ocasión. “Por la tarde salíamos a correr. En esa misma embarcación iban los rumanos y los belgas”.
El pesado y poco convencional viaje terminó valiendo la pena para Lucien. Su histórico tanto llegó el 13 de julio de 1930 en el hoy desaparecido Estadio Pocitos en Montevideo. A las dos de la tarde hora local, la fiesta del futbol vivió su patada inaugural. México y Francia escribieron ese día las primeras líneas en la historia del Mundial (a la par de Estados Unidos y Bélgica, que disputaron su partido al mismo tiempo).
Francia salió con Thépot, Mattier, Capelle, Villaplane, Pinel, Chantrel, Liberati, Delfour, Maschinot, Laurent y Langiller. México presentó a Bonfiglio, Garza-Gutiérrez “Récord”, “Diente” Rosas, Sánchez, Amezcua, “Chaquetas” Rosas, Pérez, Mejía, Carreño, Ruiz y López.
Con el balón en movimiento, se puso de manifiesto el dominio y superioridad del cuadro galo. Al minuto 19, Laurent recibió un pase de Liberati y lo prendió de volea para dejar sin oportunidad alguna al portero mexicano Óscar Bonfiglio. El marcador final fue 4-1 en favor de los franceses, aunque ninguno de los dos equipos pasó a la segunda ronda en un grupo que compartieron con Chile y Argentina.
Laurent jugó únicamente diez partidos con su selección y marcó dos goles, siendo el primero de ellos uno de los más significativos en la historia del futbol. El otro fue ante Inglaterra un año después de su hazaña en Montevideo.
Los sueños de escribir más páginas doradas con su selección culminaron tras una fuerte lesión en el tobillo. Además de privarle de jugar el Mundial de Italia 1934 (si bien estuvo inscrito en la plantilla), la dolencia terminó menguando su rendimiento y su última convocatoria se dio en 1935. Pese a que su retiro se dio hasta 1946, nunca pudo recuperar su mejor nivel.
Un capítulo triste en la vida de Laurent fue su llamado a las armas en 1940 para combatir durante la Segunda Guerra Mundial en contra de los invasores nazis, quienes lo hicieron prisionero de guerra por tres años. Este episodio marcó de por vida a Lucien, quien nunca gustó de hablar de ese tema.
Lucien Laurent murió el 11 de abril de 2005 en Besanzón. Pese a que su trayectoria fue más bien discreta, se convirtió en leyenda al ser el primero en hacer estallar las gargantas de cientos de aficionados en el evento más importante del futbol. Hoy, a 104 años de su nacimiento, recordamos su legado.