Por: Andrés Araujo
Amamos el fútbol, pero no entendemos cómo puede ser tan cruel y desalmado con aquellos que se creen capaces de vencer a los monstruos clásicos. Brasil, Holanda, Francia, Alemania y Argentina sufrieron, sangraron, lloraron y vieron cercana la muerte; Brasil, Holanda, Francia, Alemania y Argentina están en la siguiente ronda. Son Colombia, Costa Rica y Bélgica quienes nos mantienen ilusionados a quienes adoramos las historias donde las lágrimas del débil son de alegría en vez de rabia y desilusión.
El fútbol glorifica a los héroes, pero respeta a sus titanes. Brasil, orgulloso pentacampeón del mundo, sintió como el alma le regresaba al cuerpo cuando el bondadoso travesaño aguantó estoico un trallazo de Mauricio Pinilla; el chileno, trotamundos del fútbol internacional, observó cómo las puertas del Olimpo balompédico se cerraban frente a sus narices. Holanda, equipo que se cansó de ser subcampeón jugando de manera lúdica y apenas llegó a una nueva Final procuró jugarla de la forma más horrible posible, remontó a México con tres nombres propios: Arjen Robben, Wesley Sneijder y Klas Huntelaar. A los aztecas nos queda el consuelo de poder culpar al árbitro por comprar un sórdido –y viéndolo múltiples veces: convincente- 'clavado' del futbolista del Bayern Múnich, y lo encontramos como un oasis porque nos permite dormir creyendo que la culpa de una nueva desilusión no fue nuestra.
Francia, tras entonar La Marsellesa, le permitió a Nigeria gozar a lo grande sesenta minutos de su último partido en Brasil 2014; ya cuando la gente comenzó a murmurar desconcertada y los abucheos se hicieron presentes, Didier Deschamps sacó del campo a Giroud, ingresó a Griezmann y se acabó el partido. Alemania recibió un baño de humildad por parte de Argelia, quien lo humilló e incluso lo hizo ver mal en varios lapsos del juego. Los teutones apretaron los dientes, se amarraron a la célebre frase de Gary Lineker (“el fútbol es un deporte de once contra once…”) y únicamente esperaron a que el esfuerzo de los argelinos les fundiera por completo. Argentina, por último, continúa dependiendo de las genialidades de Lionel Messi; el blaugrana demostró frente a Bosnia, Irán y Nigeria que puede salvar a su equipo con goles. Hoy nos dejó claro que cuando lo encierran en jaula, aún le queda dar asistencias.
No hubo encuentro de Octavos de Final exento de drama, giros de tuerca y emociones hasta el último suspiro; pero tampoco hubo duelo alguno donde el héroe, contra todo pronóstico y apoyado por los sabios seguidores del balompié, doblegara al monstruo. ¿Por qué será que, siendo la pelota redonda, ambas porterías del mismo tamaño y jugando once contra once, siempre ganan los mismos?… ¿Mayor calidad cuando ambos están fundidos? ¿El peso de la camiseta? ¿El nombre que infunde miedo en un rival que no se atreve a matar?… Por más que cada cuatro años nos empeñemos en soñar lo contrario, en las fases finales el soundtrack es el mismo:
– ¡Tierra adorada! Entre otras mil, eres tú Brasil, oh patria amada. De los hijos de este pueblo eres madre gentil. ¡Patria amada, Brasil!
– Soy yo, de sangre holandesa, a mi patria fiel permaneceré hasta que muera. Un príncipe de Orange soy, libre y valeroso.
– ¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad vuestros batallones! ¡Marchemos, marchemos, que una sangre impura empape nuestros surcos!
– Unidad, justicia y libertad para la patria alemana. Son la garantía de la felicidad. Florece con el brillo de esta felicidad, patria alemana.
– Oíd, mortales, el grito sagrado: ¡Libertad, libertad, libertad! Ya su trono dignísimo abrieron las Provincias Unidas del Sur; y los libres del mundo responden: “al gran pueblo argentino, ¡salud!”.
Costa Rica, Colombia y Bélgica nos quedan como alternativa ante la monstruosidad del fútbol. Son la oportunidad de no ver a los mismos cada cuatro años alzar el deseado cetro. El fútbol es agradecido, quizá de más, con sus clásicos, pero en los últimos tiempos ha mostrado cierto respeto con aquellos que se atreven a dar la campanada cediéndoles un lugar en semifinales -Croacia (1998), Turquía (2002), Portugal (2006) y Uruguay (2010)-. ¿Quién alza la mano?