Por: Llanely Rangel
Genoveva Añonma tiene una nariz gruesa, cabello crespo y cara redonda. Todo, herencia del país centroafricano del que es originaria. Un día decidió ser futbolista. Con el tiempo se convirtió en capitana de la selección femenina de Guinea Ecuatorial y formó parte del once ideal de la Copa del Mundo femenil 2011, siendo la primer africana en lograrlo.
Convertirse en jugadora profesional le cambió la vida. En 2002, año de su debut, entendió que el camino que había elegido sería complicado, pues tenía claro que el futbol femenil siempre se encuentra por detrás del varonil. Lo que ella no esperaba es que además se dudaría de su género, lo que la hizo sentir doblemente excluida.
“Un día me dijeron que me quitara toda la ropa ante mi equipo y todos los trabajadores de la CAF. Me tocó la moral. Me enfadé mucho y finalmente rompí a llorar. Fue una situación totalmente humillante”, relata Añonma acerca del día en que las autoridades de la Confederación Africana de Futbol la obligaron a desnudarse porque aseguraban que era un hombre.
Desde que tenía cinco años padeció su apariencia física. Las niñas de Malabo, su pueblo natal, la excluían porque parecía hombre y además pensaba como uno; quería jugar al futbol. “Mi madre deseaba que estudiara y me convirtiera en profesora, me dijo que no quería volver a verme. Con el tiempo me fui a vivir con mi tío, que me llevó a la ciudad para que pudiera seguir estudiando y jugar al futbol”.
Y ahí empezó su historia. Añonma se hizo del Campeonato de Mujeres Africanas en el 2008. Dos años más tarde terminó subcampeona en Sudáfrica y ahí llegó el martirio. Ella y dos mujeres más eran acusadas de ser impostoras, de jugar para un equipo femenil siendo hombres. Todas rechazaron las acusaciones, pero en África aún en estos años, su palabra no vale ante la de un hombre.
Después de varios desencuentros con la Federación e incluso algunas compañeras del equipo que se creyeron el rumor, Añonma tuvo que decidir si se quería someter a una prueba de género o retirarse del futbol. Al final se decidió por su pasión, demostró que era mujer, pero las huellas quedaron ahí para recordarle que tenía razón cuando inició su carrera: ser futbolista profesional no es fácil y menos siendo una mujer con “aspecto” de hombre.