Dicen que los mejores jugadores (jugadoras, en este caso) son los que vienen de la calle, crecen sin reflectores y son descubiertos por alguien que les ve futuro (si, así como en Gol, la película). Bueno, pues en este caso pasó algo similar. Y es que Mavis Chirandu, integrante de la selección de futbol femenil de Zimbabue, no tuvo una infancia fácil. La encontraron en la calle y gracias a su talento, logró llegar a Río.
Hace unos años, su participación parecía imposible. Su madre la abandonó en la carretera cuando era una bebé. Un automovilista la recogió y la llevó a una Aldea Infantil en Bindura, lugar en donde creció. Aunque no se sabe quién fue, las acciones de este “buen samaritano” rindieron frutos. Ahora, la futbolista puede presumir el haber marcado gol en unos Juegos Olímpicos.
Aquel bebé, abandonada al año de nacida, creció con un balón. El asfalto se convirtió en su aliado. Pronto, la única forma de que dejara de entrenar o jugar, era cuando anochecía y ya no podía ver el esférico. “Me enteré de que era buena jugando al futbol cuando tenía 11 años”, dice.
El asistir a la escuela no fue impedimento para seguir disfrutando de su pasión. Al entrar, se enroló con el equipo Hermann Gmeiner. A los 15 años pasó a la liga regional, a los 17 fue nombrada capitana de la selección nacional Sub-17 y ahora, con 21, ya representó a su país en un certamen visto por todo el mundo.
Su camino en Río fue corto. Ya fue eliminada. Sin embargo, la futbolista ya hizo historia al clasificar a Zimbabue a la justa olímpica por primera vez. Puede regresar a Bindura orgullosa…