Carlo Ancelotti ya tiene un hueco en la historia del Real Madrid. Lo hizo en el momento en el que el equipo blanco conquistó la Décima Copa de Europa, lo ha ampliado al superar las 18 victorias consecutivas del Barcelona de Rijkaard, pero ahora busca dar a la entidad madridista el único título que le falta. El Mundial de clubes, con San Lorenzo como rival, debe llegar de la mano de las 22 victorias consecutivas y para ello intenta evitar cualquier tipo de confianza que pueda llevar a sus jugadores a creerse los mejores ante cualquier rival.
El italiano insiste en estos días en Marrakech en el diálogo con los suyos. Nada hace pensar que el equipo blanco pueda bajar la intensidad en sus partidos, pero para evitar cualquier tentación, el entrenador trabaja a tope el lado mental de un grupo que no parece mostrar fisura alguna.
Los jugadores creen en Ancelotti. Se nota en cada entrenamiento, con cada gesto de cada uno de ellos. El técnico se ha ganado el respeto de todos los que visten de blanco y de los que llevan corbata y se sientan en el palco. Y lo ha hecho sin gritos, ni gestos obscenos. La plantilla está alerta en cualquier situación y ante el rival sin nombre ni historia alguna.
Ancelotti continúa ganando y gracias a esos triunfos se ha garantizado un nuevo contrato, ese que le unirá con el Real Madrid hasta el 30 de junio de 2017. Ya está todo hablado, pero una última charla en Marruecos ha sido definitiva para que las dos partes tengan el pleno convencimiento de dar el paso de rubricar un nuevo contrato.
Los cuatro goles ante el Cruz Azul y la triste imagen mostrada por San Lorenzo elevan todavía más la cuota de favoritismo de un Real Madrid que si no es más admirado que el propio Mohamed VI, poco falta. El equipo blanco es religión en Marruecos. Es seguido y venerado como nada ni nadie. Sólo el rey está por delante.