Por: Ángel Armando Castellanos | @aranha_azul
Matías Almeyda vivió su noche más importante como entrenador. Más que cuando ascendió a River Plate. Más que cuando lo hizo con Banfield. Más que en cualquier otro instante. Nunca había sido Campeón con un equipo de Primera División. Es apenas su tercer título desde la banca.
No enloqueció. Su pelo no se agitó con locura en el Estadio León. Mostró una actitud totalmente diferente. Juntó a sus jugadores. Todos rezaron. ¿A quién? Sólo ellos lo saben. Agradecieron al ser superior la Copa. Una que más que irse a las vitrinas del club se convierte en vitaminas para su moral.
“Queremos devolver a Chivas al lugar que merece”, aseguraba el día de su presentación. Por lo pronto ya comandó al club a ganar su primer campeonato de Copa en 45 años. El anterior entrenador en lograrlo vive sólo en los corazones del equipo: Javier de la Torre.
Matías se ganó a su plantel. Es el primer entrenador argentino en lograrlo desde que Oscar Ruggeri llevara al penúltimo Guadalajara de la Promotora a un largo invicto. Es el primer extranjero en lograr un título con el club desde que Ricardo Ferretti le diera la Liga del Verano '97.
Su plantel está a muerte con él. Los jugadores se divierten cuando hay gente en el estadio y cuando sólo están los auxiliares. Lo expresan. La seriedad impuesta por José Manuel de la Torre, Carlos Bustos y Ricardo La Volpe (sus antecesores) se acabó. Ahora es el momento del extranjero que conquistó a un plantel mexicano.