Por Elías Leonardo
Ha caído la noche en San Carlos de Bariloche. No tengo sueño y salgo a fumar. Me siento en una pequeña escalinata de la entrada de la hostería para observar pura oscuridad acompañada de un silencio sereno. Todo es tranquilidad, nada de ruido, nada de nada. Me relajo al grado de querer permanecer aquí hasta que amanezca.
-¿Quieres café?
Una voz irrumpe la calma. Es Eduardo, el dueño de la hostería. Acepto su invitación. Ingresamos para instalarnos en el comedor. Comenzamos a charlar.
-Es un gusto hospedar a un mexicano. Mi luna de miel fue en Cancún, pero también conocí otros sitios de México. Me parece un país maravilloso, bellísimo. Bueno, además soy fan del Chavo del Ocho.
-Creo que por acá todos aman al Chavo.
-Jajajaja, sí, muchos. Déjame te digo que también admiro a alguien más.
Y sale a flote el futbol. Como buen argentino no puede dejar de lado el tema, además de que es un extraordinario conversador. Cita a Hugo Sánchez, una de nuestras banderas más famosas y respetadas en el mundo. Sin embargo, Hugo es la excusa para ahondar en el nombre, en el hombre que le causa admiración.
Declarándose hincha de Ferrocarril Oeste, según él una carta de presentación para asegurar que eso es sinónimo de buen gusto por el juego, comienza a narrar con ademanes y una sonrisa en su rostro un gol que me resulta familiar, un gol que nos hizo vibrar a millones de mexicanos en Francia ’98, y que hasta la fecha nos pone la piel chinita.
-¡Cuauhtémoc Blanco! Sí, el gran Cuauhtémoc. ¡Qué jugador!
-¿En verdad admiras a Cuauhtémoc?
-Mucho. De hecho te diría que hay un futbolista argentino en su interior, juega como si fuera uno de los nuestros.
-Repítelo por favor.
-Jajajaja, lo digo muy en serio. Su gol contra Bélgica es de esos goles que como hincha disfrutas. Pero también fue un gol como el que soñamos muchos argentinos.
-¿Cómo?
-Insólito, lleno de adrenalina, y de epopeya. Las historias las escribimos con hazañas, y nada mejor que una hazaña con todos los ingredientes para que sea tal. Iban perdiendo por dos goles, con un jugador menos y Cuauhtémoc hizo realidad lo impensable con un remate improvisado pero aliado a su talento. Hay que saber estar ahí y atreverse a intentar lo magistral.
La charla se ha transformado en un monólogo de Eduardo, quien no deja de enaltecer a Cuauhtémoc Blanco. Su relato sobre el gol a los belgas domina su fiesta oral.
-Ojalá me equivoque, pero creo que no tendrán un jugador como él en muchos años. Y es que cracks como él aparecen cada 10 o 20 años.
-Me queda claro que lo admiras, si no es que hasta lo amas.
-Jajajajaja, yo creo que sí. Después de ese gol, Cuauhtémoc me confirmó que es un crack y uno de los nuestros cuando le hizo tres goles a América de Cali ¡en su cancha! Lo habían amenazado antes del partido y el tipo se plantó en El Campín con una seguridad bárbara. Algunos de los nuestros se asustarían. Pero volviendo al gol contra Bélgica…
Esto va para largo. Eduardo tiene muy grabada “la hazaña de Cuauhtémoc” en Francia y quiere manifestarlo cuantas veces sea necesario.
-Ustedes nos echaron en Alemania y Sudáfrica.
-No hablemos de eso. Enfoquémonos en Cuauhtémoc.
Eduardo se sale con la suya. Mientras continúa hablando, pienso hacia mis adentros lo grato que es escuchar a un argentino admirando a un futbolista mexicano y me pregunto cómo es posible que el nombre de Cuauhtémoc Blanco retumbe en un sitio como San Carlos de Bariloche. Eso también es una hazaña.