Ojitos Meza recuerda con nostalgia sus tiempos como futbolista y mira con esperanza su futuro como entrenador.
“Yo me mataba trabajando. Quería ser el mejor jugador, hice mucho para serlo y nunca pude: en 15 años de futbolista jugué sólo 98 partidos”, explicó Meza, en entrevista con Más por más, con respecto a su lucha para ganarse la titularidad en Cruz Azul.
Sobre cuánto tiempo le queda en los banquillos explicó que “por la edad sé que estoy jugándome mis últimos partidos. El tiempo se ha ido acortando. Pero siento que puedo dirigir cuatro años más. Y bien, sin chochear”, dijo entre risas. Meza tiene 67 años y no duda al afirmar que aún tiene mucho que dar en el terreno de juego: “Remo siempre contra la corriente. De mí siempre se dijo: no va a poder, no tiene personalidad. Meza esto y lo otro no-no-no”.
Reconoció que tiene muchas deficiencias por su origen humilde, pero al mismo tiempo afirmó que ha hecho lo que puede para salir adelante. “Feo decirlo, pero sólo la primaria tengo. Intenté la secundaria y no me dio la cabeza. Soy un tipo peculiar: no me entran las cosas. Ahora leo muchísimo pero tengo mala ortografía. Escribo sin pensar cómo va y al leer me doy cuenta de lo mal que escribí”.
Contó que intentó tomar clases de computación pero la tecnología no es lo suyo. “También muy piedra. ¡Tomé clases de computación tres veces! Y nada.” Sin embargo, cree que son esas nuevas herramientas las que distraen a los futbolistas “Celulares y computadoras los distraen de una profesión hermosísima”.
Entrado en confianza, incluso contó una anécdota de su infancia: “A los siete años, en la escuela nos llevaron a Teotihuacán. Mi mamá me dio dinero y un morralito de tela. En las pirámides lo primero que hice fue comprarle un sándwich de helado. Lo guardé y volví a casa a las 7 pm. Muy contento le dije: mamá, te traigo un regalito. Abrí el morralito: todo, hasta los cuadernos, estaba batido. Ya me acordé: era de fresa el helado. Como gente de campo, mi mamá me dijo: Ay m’hijo, tan pendejo. Era cierto: ¡le compré su helado para entregárselo a las siete! (se ríe). Me adoraba: he sido flojo y consentido pero ella aún me cuida”.
Por otro lado habló sobre su amargo paso en la Selección. “Llegamos 3 am al aeropuerto y me decían: vete por otro lado. Dije 'hagamos una conferencia de prensa'. Muchos aficionados detrás de mí, en los pasillos, me ofendían: vete, hijo de tu tal por cual. Feo. Haber dado la conferencia de prensa fue disculparme con México, aceptar que no fui capaz. Me sentía apaleado, pero esa conferencia fue una de mis mejores decisiones: me dio prestigio moral y ético. Llegué a casa, me tomé un café con mi señora y hablamos de todo lo que pasó. En la vida, lo que ya fue no lo puedes cambiar: suspiramos por el pasado y planeamos el futuro, pero lo más importante es el presente”.
Los que le dejaron una hermosa experiencia son Miguel Calero y Gerardo Torrado. “Dos me marcaron. Miguel Calero, un tipo fantástico en el campo y fuera: alegre, ganador. Y Gerardo Torrado: extraordinario ser humano y jugador. En el gran total, los mejores”, dijo.