Por: Lorenzo de la Garza
De la amenaza inminente del descenso a la esperanza del primer campeonato en 63 años. Así ha llevado Tomás Boy a los sufridos rojinegros del Atlas. Controvertido como sólo él lo puede ser, el técnico ha guiado al equipo tapatío a soñar de nuevo, dejando atrás declaraciones e incluso confrontaciones físicas con aficionados, que lo hicieron parecer más un alborotador de antro que un técnico de futbol.
El espíritu del Jefe ha convertido al Atlas en un equipo diferente, un equipo que no puede sino hacernos recordar a aquel cuadro de La Volpe de finales del siglo XX. Ese Atlas que estuvo a doce pasos de acabar con la larguísima sequía liguera que lo atormenta.
Sin embargo, el primer tiempo en Monterrey nos mostró a un equipo totalmente diferente. La ofensiva rojinegra fue una sombra de la que vimos en la temporada regular. Parecía que a Tomás Boy le habían cambiado al equipo, hasta que llegó Luis Nery Caballero para revertir totalmente el panorama tapatío. Con una visión digna de los grandes jugadores del planeta, el ‘9’ rojinegro tomó el balón y con potente disparo lejano lo metió pegado al travesaño rayado.
El Jefe respiró aliviado. Su proyecto de campeonato sigue más vivo que nunca, y aunque sus pupilos no mostaron el futbol de partidos pasados, el mandamás de los zorros se va tranquilo sabiendo que el marcador y el gol de visitante le dan una ventaja considerable. El Jalisco recibirá a los suyos con emoción y con muy altas expectativas. El equipo tímido y conservador que se vio en la Sultana del Norte no tiene lugar en la grama del Coloso de la Calzada Independencia. La parcialidad Atlista espera mucho sus jugadores, pero sobre todo del Jefe Boy, que se ha convertido en el líder de la nueva revolución rojinegra.
Tomás seguirá gritando y haciendo gestos a lo largo de los 90 minutos, pero podrá hacerlo sabiendo que poco a poco, paso a paso, el sueño rojinegro se va transformando en una realidad. Los sueños del Atlas son ahora los sueños de Boy.