Por: Roberto Quintanar
Los ojos del periodismo deportivo están centrados en el banquillo que Miguel Herrera dejó vacío pero casi en un incendio, donde lo mismo el desempeño deportivo y la calidad moral deben mantener una difícil convivencia con el marketing y las tentaciones de los billetes verdes.
Hoy que se habla del estira y afloja de Marcelo Bielsa con la Federación Mexicana de Futbol en una negociación que probablemente ya se haya caído, y con la Liga MX al rojo vivo por la situación en la tabla de cocientes que viven dos equipos ganadores y de gran tradición como Guadalajara y Universidad Nacional, la información deportiva que domina un ambiente que se ha vuelto pesado entre la ola de calor y la incertidumbre opaca una época de bonanza de otros mexicanos que están viviendo un año de ensueño.
Lejos del rectángulo verde, Paola Longoria sigue pavimentando un camino impoluto hacia la cima histórica del raquetbol femenil (y tal vez a convertirse en la mejor deportista mexicana de todos los tiempos). Su superlativo desempeño en los Juegos Panamericanos Toronto 2015 no hizo sino refrendar su grandeza. Es verdad que el reflector suele posarse sobre ella por momentos efímeros, pero resulta inverosímil no otorgarle ese estatus de leyenda que merece.
Todavía más lejos de la popularidad de Longoria, los peloteros mexicanos Marco Estrada y Roberto Osuna se han convertido en pilares de los sorprendentes Toronto Blue Jays, que apenas ayer completaron la barrida contra los New York Yankees en serie de tres juegos y se pusieron a partido y medio de la cima divisional en el Este de la Liga Americana.
Estrada, quien hace unas semanas se quedó muy cerca de completar un partido sin hit ni carrera, llegó a 10 victorias con la franela del cuadro canadiense firmando la que es hasta ahora su mejor campaña y se ha convertido en un ídolo. Este año, que parece ser el que atestiguará el regreso de los Azulejos a los playoffs de las Grandes Ligas, podría alcanzar la gloria con su equipo de continuar la buena racha que ha mantenido en las últimas semanas.
Con esa misma franela, Roberto Osuna, un joven de 20 años de edad oriundo de Sinaola, llegó a 10 salvamentos en la temporada y de paso se convirtió en el jugador más joven en la historia de las Grandes Ligas en conseguir un salvamento en extra innings… y fue contra New York en Yankee Stadium, hazaña que cualquier aficionado a la pelota caliente sabe lo que significa.
La lista de éxitos deportivos tricolores en 2015 es interminable. Se podría hablar del tiro con arco, de los clavados, el atletismo, del que esperemos nos den los muchachos de Valdeolmillos en el Preolímpico de baloncesto y de otras disciplinas en las que varios atletas nacionales han destacado. Sin embargo, toda esta gloria coincidió con el Piojo Herrera y Martinoli, con Bielsa y Decio, con Chivas y Pumas… con eventos que trastocaron el negocio del deporte más popular e importante de nuestro país.
Es cierto. Aunque todo hubiese sido miel sobre hojuelas y Miguel Herrera siguiera al frente del Tri, aunque los penales de la Copa Oro no hubieran sido dudosos y aunque Guadalajara y Universidad vivieran tiempos de bonanza, las exigencias comerciales y de las propias audiencias mantendrían todas estas hazañas en un segundo plano, pero la sombra se hizo mucho mayor con los acontecimientos antes citados.
Así se lleva el éxito sin reflectores. Y sin reflectores no hay difusión ni jugosos contratos publicitarios… pero tampoco presión, algo que quizá les permita alcanzar el clímax de su rendimiento. No es, sin embargo, una dicotomía que justifique el tamaño de una sombra que cada día se come más las historias de otros mexicanos que triunfan en su arena.