Por: Roberto Quintanar
Su nombre todavía era Cassius Clay, pero su personalidad ya era bastante peculiar. La leyenda de Muhammad Ali comenzó a construirse hace 51 años, cuando enfrentó y derrotó a un hombre que parecía indestructibe: Sonny Liston.
En juego estaba el título mundial de los pesos completos, en poder de Liston desde el 25 de septiembre de 1962, cuando derrotó sin mayores problemas al carismático Floyd Patterson. Sonny, un tipo que había sido delincuente juvenil, no hablaba mucho; dejaba que sus puños dijeran todo por él. Del otro lado, Clay era un joven que buscaba hacerse de un nombre en el mundo del boxeo tras haber ganado la medalla de oro de los semicompletos en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, pero tenía muy claro qué tipo de personaje quería ser dentro y fuera de los encordados.
Las posibilidades de Cassius no eran muy altas según los expertos: Liston era favorito por 7 a 1. Los golpes del campeón eran brutales y su mirada intimidaba a los oponentes. Jim Murray, un periodista de Los Ángeles, comentó que la única forma de que Clay venciera al rey de los completos era “en una competencia de leer el diccionario”.
Sin embargo, el originario de Kentucky no se intimidó y supo hacer su juego desde antes de la pelea. En una ocasión, Clay fue hasta el barrio en el que vivía Liston para gritarle que saliera y pelearan en ese momento. Sonny pronto comenzó a irritarse por culpa de su boquiflojo rival. Pero Cassius parecía más que cómodo causando la furia de su oponente. “Es un oso horrible. De hecho, huele a oso. Después de acabar con él, lo donaré al zoológico”.
En la ceremonia de pesaje, Clay continuó hablando de más y retando al campeón. “¡Alguien morirá en el ring esta noche!”. Por supuesto, estas expresiones fueron tomadas por Liston y varios reporteros como una manifestación de temor extrema.
Una vez en el cuadrilátero, Liston atacó con furia a su oponente. Pero Clay lo ridiculizó al evadir casi todos sus golpes gracias a su mayor agilidad y velocidad. Por el contrario, las combinaciones del retador entraban una y otra vez en el rostro y cuerpo del campeón. Pronto, Cassius provocó una herida en el ojo izquierdo de su oponente; era la primera vez que el temible Sonny era cortado.
Pero en el cuarto round pasó algo que pudo cambiar la historia. La sustancia que la esquina de Liston usó en sus ojos para cicatrizar las heridas fue aparentemente puesta de forma deliberada en los guantes del campeón para provocar ceguera al retador. Desesperado por la situación, Clay pidió a su entrenador, Angelo Dundee, que le quitara los guantes. “Quiero mostrar al mundo que aquí hay un juego sucio”, le dije. Sin embargo, el manager le dijo que estaba en juego el título mundial y le exigió seguir peleando.
Pese al ardor en sus ojos y sólo poder ver la sombra de su rival, Clay pudo evadir los golpes de Liston durante el quinto episodio. Y en el sexto, ya con la vista de vuelta, infringió un duro castigo al campeón, quien ya no respondió la campana para el séptimo round. La causa, según el propio Sonny, fue una lesión en el hombro.
Cassius entonces corrió hacia donde estaban los periodistas. “¡Cómanse sus palabras! “, gritó. “¡Soy el más grande! ¡Sacudí al mundo!”.
Ya con el nombre que lo hizo leyenda, Muhammad Ali recordó alguna vez que en verdad sentía miedo de su rival. “Estaba asustado; pero tenía que salir y pelear”. Sin embargo, sabe que hizo lo necesario para desquiciar a Liston y hacerlo entrar en su juego: “La estrategia era hacer sentir furia a Liston. Sabía que no se prepararía para pelear más de dos rounds; sólo veía mi boca”.
Después de esa noche, el mundo del boxeo nunca volvió a ser igual. La leyenda de Ali nació en ese inolvidable febrero de 1964, cuando un joven hablador acabó con un hombre que se suponía indestructible.