Por: Roberto Quintanar
El viento que sopla entre Florida y Cuba se siente más ligero de lo que se percibía hasta apenas hace unas semanas. La era de las tensiones, intervenciones y un embargo económico que ha asfixiado a la isla caribeña por más de medio siglo parece tener una cercana fecha de caducidad.
Esta mañana, el otoño dio un anticipado regalo navideño al continente americano: Barack Obama y Raúl Castro anunciaron, desde sus respectivos países, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba.
“El aislamiento no ha funcionado. Hoy, Estados Unidos quiere cambiar su relación con el pueblo de Cuba. Vamos a terminar con ese enfoque anticuado que durante décadas no ha permitido que avancen nuestros intereses”, dijo el mandatario nortemericano. “Una política de compromiso con la isla puede ser mucho más eficaz; exorto al Congreso a iniciar un debate serio y honesto sobre el embargo económico a ese país”, agregó.
Raúl Castro fue más mesurado en sus palabras, al señalar que todavía se deben resolver los problemas principales, como lo es el bloqueo económico. Sin embargo, el presidente cubano celebró la nueva política de Washington con La Habana. “La decisión de Obama de mejorar relaciones merece respeto y el reconocimiento de nuestro pueblo”, afirmó.
Los primeros pasos de esta nueva era fueron puestos de manifiesto en diversas trincheras, pero los más sonados tuvieron que ver con el deporte, que fue un involuntario catalizador en la mejoría de las relaciones entre dos países enemistados por sus sistemas políticos y económicos.
En junio de 2013, la televisión cubana transmitió por vez primera en más de 50 años un partido de las Grandes Ligas, algo que fue todo un acontecimiento en la isla. Los habitantes de la isla, tan adeptos a la pelota caliente, disfrutaron el partido de béisbol entre los Washington Nationals y los Atlanta Braves.
En septiembre de ese mismo año se dio un decreto histórico para los deportistas cubanos, cuando el gobierno de Raúl Castro anunció que los atletas de ese país podían contratarse en el exterior y gozar de sus ingresos económicos con la condición de no dar la espalda a su nacionalidad en las contiendas internacionales.
Lejanos parecen ya los tiempos en que el deporte era rehén de los conflictos políticos entre Cuba y los Estados Unidos: el boicot a los Olímpicos de Los Ángeles 1984, la tensión en la que se celebraron los Panamericanos de La Habana 1991 (cuando los cubanos demostraron su poder derrotando en el medallero a los orgullosos estadounidenses) y las deserciones de los atletas del país caribeño… hoy, por el contrario, se levanta como uno de los motivos y pregoneros de estos nuevos vientos, el aire ligero que puede respirarse nuevamente en el mar que separa a dos naciones americanas.