Por: José Félix Díaz (colaborador en Madrid, España)
El Real Madrid siguen a los suyo. Goleando, pasándolo bien y disfrutando en cada ocasión en la que se pone la camiseta y disputa un partido. Con la lograda en Liverpool, ya son ocho victorias consecutivas y en el horizonte ya aparece el Clásico del sábado, el partido ante el Barcelona. Los goles de Benzema y Ronaldo fueron suficientes para sumar una primera vuelta inmaculada de la fase de grupos de la Champions y casi asegurar la presencia en octavos, pero la fiesta no fue completa por la ausencia de Javier Hernández en su regreso a Inglaterra. 'No Chicharito, no party', que diría Pirlo.
Con Bale curando e intentando olvidar todos sus problemas físicos, Ancelotti cambió el dibujo y se inclinó por colocar un 4-4-2 con el que busca el equilibrio que en ocasiones se pierde con Bale, Ronaldo y Benzema como trío atacante. El italiano sabe que renuncia, en cierta manera obligado, a esas estampidas al más puro estilo Jumanji, con las que arrasa a los rivales, para dar paso a un mayor control del juego, a una mayor participación de todos sus centrocampistas.
El Liverpool apenas pudo hacer nada ante ese control del juego que ahora puede convertirse en el sello de identidad del equipo blanco. Kroos y Modric son la referencia, pero los encargados de dar el equilibrio son Isco y James, dos jugadores ofensivos, pero que reparten sus esfuerzos de todas las maneras posibles. Corren y pelean a la vez que crean juego. Cierto pero real.
Con nueve puntos y casi pensando más en el rival de octavos que en la segunda parte de la liguilla de la Champions, el Real Madrid ha cumplido más que sobradamente el expediente. El equipo blanco sigue mostrando seguridad y solvencia en cualquier escenario y ante cualquier rival. El examen definitivo llegará el sábado, con el Barcelona como rival, pero pinta bien para el madridismo. Al menos llega repleto de felicidad al Clásico. Quién lo iba a decir en los últimos días del mes de agosto, recién derrotado en Anoeta.