Por Raúl Cárdenas:
A los 19 años una lesión lo alejó de las canchas. Aquel joven, que también trabajaba de electricista, tuvo que continuar su sueño del futbol en otro lado, desde el banquillo.
Leo Beenhakker fue uno de los primeros alumnos de la escuela holandesa del futbol total, del 4-3-3. Incluso menciona que su máximo referente fue Rinus Michels, con quien trabajó en la selección de los Países Bajos.
Ajax y Real Madrid fueron los equipos que lo encumbraron a ser uno de los técnicos más exitosos. Tres ligas españolas, dos holandesas y una Copa del Rey eran su palmarés. También había dirigido a dos selecciones, la de su país y la exótica Arabia Saudita. Pero Beenhakker emprendería una nueva aventura del otro lado del charco.
El América, acostumbrado a ser campeón con cierta regularidad, llevaba una mala racha desde el ‘89. Decididos a superar el mal momento, recurrieron a una de sus tradicionales tácticas, el dinero. Y así con bombo y platillo, y sorprendiendo al medio mexicano, anunciaron a su nuevo entrenador, Leo Beenhakker.
El holandés, decidido a sobresalir, trajo consigo a dos jugadores que revolucionarían el ataque de su equipo y, por consiguiente, el futbol mexicano. El nigeriano, François Omam Biyik, y el originario de Zambia, Kalusha Bwalya. Además conformó al resto de su plantel con canteranos como Zague y Lara, y con jóvenes promesas como Cuauhtémoc Blanco y Joaquín del Olmo.
Su debut en el banco azulcrema fue el 4 de septiembre de 1994 con una victoria de visita frente al León. Después cayó en casa contra Atlas y en los siguientes encuentros registró dos victorias y un empate.
Pese a que llevaba una buena cosecha de puntos, el funcionamiento del equipo era el mismo al de los torneos anteriores y no se veía el salto de calidad que tendría que darle el holandés, pero todo cambió en la jornada 6.
Las Águilas recibían a Morelia. El inicio fue malo para los locales. Dos goles en tres minutos. Sin embargo al minuto 10 empezó la feria de goles de los azulcremas. 7-3 terminó el marcador a favor de los dirigidos por Beenhakker.
Desde ese momento el América goleo, dominó y emocionó a sus aficionados. Las anotaciones caían a raudales. Las defensas contrarias parecían de divisiones inferiores. El Azteca se llenaba cada 15 días. Se ganaron los clásicos.
El equipo deslumbraba. El holandés imprimió sus conceptos “atacar es más importante que defender” y “el triunfo no basta, hay que divertir al público”.
El equipo era sólido. Adrián Chávez atajaba todos los balones. La defensa del Potro Gutiérrez y el Halconcito Peña detenían los embates rivales. Naranjo y Hernández corrían por toda la banda. Raúl Rodrigo Lara era el perfecto equilibrio en el medio campo, robaba balones y distribuía a los creativos. Del Olmo y Kalusha creaban peligro y alertaban al arquero rival con sus disparos de larga distancia. Cuauhtémoc Blanco demostraba esa locura de un juvenil, con velocidad y quiebre. Zague daba asistencias y anotaba. Y Biyik era el terror de las zagas rivales, con su velocidad, sus potentes disparos y su gran remate de cabeza.
Sin embargo la aventura de Beenhakker no terminó de la mejor manera. En la prensa deportiva surgió el rumor del despido del entrenador porque el equipo no había conseguido victoria en tres jornadas, pero la noticia no era creíble por el gran paso del América.
Lamentablemente para la afición, el rumor era cierto. El presidente del equipo, Emilio Díez Barroso, tenía problemas contractuales con Joaquín del Olmo y le dijo al holandés que no lo alineará más. El técnico, fiel a sus principios, le respondió con un rotundo no. Había firmado su sentencia.
El lunes después de empatar contra Puebla la directiva anunció el cese, sorpresivo igual que su contratación. La aventura de Leo Beenhakker con el América había terminado.
Las Águilas calificaron a la liguilla, pero fueron eliminadas en semifinales por el Cruz Azul. El equipo ya no funcionó de la misma manera.
De esta forma, tan abrupta, concluyó la pequeña historia de un América espectacular. De las apodadas Águilas Negras, de aquel equipo que goleó 8-1 al Correcaminos, de aquellos 11 que pudieron marcar toda una época en el futbol mexicano. De aquel América que, para mucho de sus aficionados, ha sido el mejor de la historia. Este jueves se cumplen 20 años del debut del técnico holandés con el América.