Por: Roberto Quintanar
El conflicto MVS – Carmen Aristegui ha mantenido la temperatura elevada en la arena del debate político y entre los estudiosos de los medios de comunicación. El despido de Daniel Lizárraga e Irving Huerta, dos intrépidos reporteros que destaparon el caso de la “Casa Blanca”, fue la gota que derramó el vaso y provocó la ruptura entre la empresa y la periodista.
Es sabido que los casos de censura contra periodistas no son algo nuevo en México, ni siquiera en el ámbito deportivo, momentos que vale la pena recordar hoy que el tema de la libertad de expresión provoca apasionadas discusiones.
Joserra, el sobreviviente
José Ramón Fernández es uno de los periodistas deportivos que más veces ha tenido que enfrentarse a casos de censura.
El primero de ellos ocurrió en 1980, cuando Fernández se le adelantó a Televisa y adquirió los derechos de transmisión del Mundialito de Uruguay para Canal 13. Fúricos, los directivos de la televisora de Chapultepec decidieron presionar al gobierno (en ese entonces administrador del canal) para castigar a José Ramón, quien estuvo cerca de perder su trabajo al no recibir apoyo por parte de las autoridades.
No obstante, la posible factura llegó previo al Mundial de España 1982, cuando Pedro Ferriz Santacruz arribó a la dirección de Canal 13. Poniendo como pretexto la mala relación que Fernández tenía con Joaquín López-Dóriga (en ese entonces miembro del área de noticias en la empresa televisiva gubernamental), Ferriz aprovechó para echar al controvertido periodista. Por espacio de un mes, José Ramón quedó fuera de la televisión estatal y Jorge Berry ocupó su lugar. Sin embargo, la intervención de Margarita López Portillo rescató al hombre que se había atrevido a desafiar el poder de Televisa.
Sin embargo, el caso más fuerte se dio en 1988, cuando el periodista Antonio Moreno se dio a la tarea de investigar las fechas de nacimiento de los jugadores mexicanos participantes en el Premundial Juvenil de CONCACAF. Al darse cuenta de las inconsistencias entre las actas utilizadas por la Federación Mexicana de Futbol y un anuario publicado por el mismo organismo, el reportero dio a conocer el caso en el diario Ovaciones y en el programa DeporTV de Imevisión.
Joserra apoyó a Moreno y dio mucha difusión al asunto (conocido como los Cachirules) en los distintos espacios de Imevisión. El resultado es conocido: la Federación Mexicana quedó suspendida por dos años de toda competición organizada por FIFA, lo cual trajo como consecuencia que México no asistiera al Mundial de Italia 1990 y la sanción de por vida contra varios directivos, entre los que destacaba Rafael del Castillo.
Fernández fue tachado de “traidor a la patria” y los federativos nunca perdonaron esa afrenta. Como castigo, lo vetaron del Mundial a celebrarse en el país mediterráneo… y con él también fue vetada otra voz crítica e incómoda: la de Carlos Albert.
Un hombre de lucha constante
La de Carlos Albert en los medios ha sido una vida de lucha constante. Hombre rescatado por el Canal 13 luego de haber sido condenado al ostracismo por tratar de organizar el primer sindicato de futbolistas en México, sus comentarios mordaces en contra de Televisa y la Federación siempre resultaron incómodos para la gran maquinaria que formaban ambas entidades.
Primero ocurrió en México 1986, cuando la FMF le negó la acreditación para el evento. Entonces, contrario a lo que se acostumbraba (y acostumbra), Imevisión apoyó a su comentarista a través de Pablo Marentes, director de la empresa. “Esta retención lesiona los derechos de nuestro colaborador y los intereses de la entidad que dirijo; manifiesto, por lo tanto, mi enérgica inconformidad ante la negativa del Comité Organizador para otorgar, como a nuestros demás comentaristas, la acreditación al señor Carlos Albert”.
La televisión estatal incluso amenazó con transmitir el Mundial en silencio, pero Albert liberó a Imevisión de apoyarlo al cerrar su propio caso. De igual forma, fue partícipe en las transmisiones desde el estudio y en el novedoso programa de análisis Los Protagonistas.
Cuatro años más tarde también debió quedarse en casa por el caso de los Cachirules, ya comentado anteriormente.
El golpe más sonoro llegó, sin embargo, en 2012. En plena efervescencia por las elecciones federales, la FMF y Televisión Azteca programaron un partido de liguilla entre Morelia y Tigres a la misma hora que el debate entre los candidatos a la presidencia de México. Albert, a la sazón analista de ESPN, se atrevió a sugerir a través de la red social twitter que la gente debería ver la discusión política y no el futbol.
Poco después, recibió una llamada de su jefe en la cadena estadounidense para señalarle que sus tweets “habían enfurecido a mucha gente dentro y fuera de la empresa” e indicándole que no se presentara a trabajar el día siguiente debido a que había lesionado los intereses de un socio comercial, según informó el comentarista.
No pasó mucho tiempo para que el comentarista quedara fuera de ESPN. Pese a ser muy polémico, fue la primera vez que algo así le ocurrió.
Estos son sólo los casos más conocidos. Más allá de las pantallas y los micrófonos, seguramente hay más periodistas deportivos que han sufrido censura o presión ya sea de su propio medio o de las autoridades, algo muy común en el día a día de los informadores mexicanos.