Por: Roberto Quintanar
Era marzo de 2012. Mario Vázquez Raña, el hombre que por casi 40 años comandó la Organización Deportiva Panamericana, miró con rostro adusto e incredulidad cómo varios comités alzaban la voz en contra de su reelección en el organismo. Su poder, por vez primera, era cuestionado por un gremio que él pensaba tener en una mano gracias a su eternización en el cargo.
No era para menos. Reelecto por aclamación para un nuevo periodo luego de que llegó al poder en 1975, fue candidato único para el cuatrinenio 2012-2016. “De todos los deportistas, el que gana es uno, luego le siguen el dos y el tres. Aquí había uno solo”, exclamó con ironía tras ganar por “aclamación”.
Hombre ligado al PRI de toda la vida, Vázquez Raña ejerció su autoridad como un señor feudal en el Comité Olímpico Mexicano (COM). Un movimiento suyo bastaba para cimbrar cada cimiento del organismo. Al dejar el cargo como presidente, que ostentó de 1974 hasta 2001, su posición recayó en Felipe “Tibio” Muñoz, hombre de todas sus confianzas y a quien siempre se acusó de no tener autonomía. Prueba de este poder se dio en 2005, cuando el entonces director de la CONADE, Nelson Vargas, se enfrentó con Muñoz por las responsabilidades que debían recaer en ambas instituciones; bastó una reunión convocada por Vázquez Raña para que el pleito terminara. Con sólo mover un dedo, don Mario hacía y deshacía en el deporte mexicano.
El poderío de Vázquez Raña parecía de cepa. Nacido en 1932 en el seno de una familia de inmigrantes españoles, inició su andanza como empresario al fundar los almacenes “Hermanos Vázquez” a principios de la década de los sesenta, una marca que hizo crecer como la espuma en un periodo relativamente corto. Don Mario se supo con esa capacidad, pero también aprendió con el tiempo a ocupar cada coto de poder.
Su ascenso en el mundo que le apasionaba fue tan rápido como él. De 1946 a 1960, Vázquez Raña destacó como corredor de distancias cortas, llegando a ser campeón nacional. Cuando el cuerpo le exigió otra actividad, cambió su disciplina a tiro, cuya federación era dirigida por su hermano Olegario, también empresario. A partir de ese momento ocupó varios cargos dentro del deporte olímpico mexicano hasta llegar en pocos años a la cima.
Tal era el poder del líder olímpico que por muchos años no hubo un diario deportivo de mayor trascendencia y lectura que “Esto”, parte de la Organización Editorial Mexicana (OEM), empresa editorial que le pertenecía desde 1976.
Las pocas críticas a los constantes problemas que enfrentaba el deporte mexicano eran menos conocidas que las loas que acumuló gracias a su relación con los gobiernos mexicanos emanados del PRI. En correspondencia con esta tolerancia hacia su posición todopoderosa, los periódicos de OEM destacan por su línea en favor de ese partido y su postura oficialista.
Sin embargo, desde finales del siglo pasado las voces opuestas al poder de Vázquez Raña se hicieron más grandes, y llegaron a un punto máximo entre 2008 y 2013, cuando Alonso Pérez González, presidente de la Federación Mexicana de Béisbol y de la Confederación Deportiva Mexicana, lanzó varios dardos en contra del polémico líder y de su alfil Felipe Muñoz. “Un hombre no puede tener el poder absoluto del deporte mexicano”, afirmó en repetidas ocasiones Pérez González además de culpar a don Mario del atraso deportivo que vive México.
Pero Vázquez Raña sabía que el final estaba cerca. Tras la polémica reelección en ODEPA, renunció a todos sus cargos en el Comité Olímpico Internacional (en buena medida por su edad) y poco a poco se fue alejando de la escena pública. Apenas el 3 de febrero, también renunció a competir por una licitación para tener una cadena de televisión abierta.
“¿Y a quién no le gusta el poder?”. Esa frase, con la que alguna vez respondió a una pregunta del periodista José Ramón Fernández, resume la personalidad del hombre cuyo máximo legado será haber sido el líder que consolidó el olimpismo panamericano y fue líder único del mexicano lo mismo en sus peores etapas que en tiempos de bonanza.