Por: Raúl Garrido
A 56 kilómetros de Buenos Aires, algo así como hora y media de distancia, se encuentra la ciudad de La Plata, aquella que en los años 50 llevara el nombre de Ciudad Eva Perón. Dentro de la Provincia de Buenos Aires es la segunda ciudad en importancia detrás de la capital argentina, por delante. Fue el gobernador Dardo Rocha quien fundó la ciudad en 1882, también conocida como ‘la Ciudad de las Diagonales’, por su diseño de diagonales que cruzan formando rombos dentro de su contorno.
En la década de los 70 la ciudad vio dos grandes incendios que terminaban con parte de la arquitectura de la misma. El primero en el año ‘74 que destruyó una parte de la casa de gobierno, pero que afortunadamente no cobró víctimas. El segundo en el año ‘77 cuando el Teatro Argentino se consumó casi en su totalidad ante el fuego, la pérdida fue irreparable y el gobierno decidió demolerlo para construir uno nuevo que sería inaugurado hasta 1999.
También en aquella época nació un pequeño que con el tiempo daría mucho de qué hablar por su amor a la redonda y su romance con la red.
Su niñez transcurrió entre campos y balones, para Martín no había cosa mejor que patear el esférico después de clases. Ya fuera en la escuela, en el barrio o en el potrero, el balón siempre lo acompañaba, era su amigo inseparable. Los “picados” podían durar horas y horas, tantas que ni la noche los podía parar hasta que de plano la vista era imposible y el encuentro llegaba a su fin, pero eso sí, nunca por falta de ganas.
Las cualidades siempre las tuvo, desde pequeño era el chico con el que todos querían compartir equipo, nunca se cansaba de correr, tampoco de marcar goles. Se enroló en el equipo del barrio y enseguida despuntó, conforme fue creciendo deambuló por diversos equipos hasta integrarse a las fuerzas básicas de Estudiantes de La Plata, equipo con el que dio el salto a la primera división de Argentina. Su debut fue el 5 de julio de 1992 con un empate ante San Lorenzo.
La meta para Martín estaba clara: “hacer historia en el futbol”. Había dado el primer paso tras debutar, pero venía lo más difícil, la consolidación. Los primeros años no los pasó bien, la irregularidad en el equipo era su pan de cada día, quería minutos y no recibía oportunidades, su desesperación fue tanta que estuvo a punto de fichar por un equipo de segunda con tal de sumar minutos.
Fue hasta 1995 cuando Daniel Córdoba asumió la dirección técnica de Estudiantes y se la jugó con el “Titán” como titular. La oportunidad fue aprovechada, en poco tiempo nadie discutía la titularidad de Palermo y Estudiantes contaba con un goleador letal. En 90 partidos con el “Pincha” Martín sumó 34 goles, cuota nada despreciable, esto hizo que los ojos de la nación estuvieran sobre el Titán.
Diego Armando Maradona siguió de cerca al “Titán”, a quien pidió fichar para Boca en 1997, cuando “el Pelusa” le decía adiós a las canchas. Se vistió de azul y oro, tenía que volver a empezar. El primer año no se le daba la red y tuvo que alternar entre la cancha y la banca, Martín no se rindió. Un año más tarde hizo una dupla letal con Guillermo Barros Schelotto, “el Mellizo”. Boca se llevó el Apertura ‘98 con Carlos Bianchi en el banquillo y Martín Palermo fue el máximo goleador del torneo con 20 tantos.
El Clausura ‘99 también se lo llevó Boca Juniors con un Palermo que cada vez se veía mejor, pero la suerte le dejó de sonreír. Martín sufrió una rotura de ligamentos en la rodilla derecha y tuvo que parar seis meses, se temió lo peor pero no se dejó caer. Regresó y lo hizo para ganar la Copa Libertadores de América, que le daría el boleto para disputar la Copa Intercontinental contra el Real Madrid en Japón, certamen que también se quedaron los Xeneizes con dos goles de Palermo, uno a pase sensacional de Juan Román Riquelme.
Se ganaría su primer llamado a la Selección Argentina en 1999 para disputar la Copa América, el premio a su constancia había llegado por fin. La experiencia no sería buena, la Albiceleste se iba eliminada en cuartos de final por Brasil y Martín Palermo se marchaba de Paraguay con la imagen imborrable de haber fallado tres penales en un sólo partido.
Lo hizo contra Colombia en la fase de grupos; el primero lo estrelló en el travesaño que salió disparado hacia la tribuna; el segundo también lo voló, empleó la misma técnica, zurdazo potente por encima del arco; el tercero, no fue el vencido, lo cobró a la izquierda del portero, en ese entonces Miguel Calero, que atajó el disparo.
Es el máximo goleador de Boca Juniors con 236 tantos, 193 en Liga y 43 en copas internacionales, cuando rompió el récord lo hizo en la Bombonera, contra Arsenal, el equipo que hoy dirige, en una jugada espectacular con Juan Román Riquelme.
Goleador nato, zurda letal, rematador de cabeza. Verdugo de River, ídolo de Boca. No importa que falle tres penales en un partido, siempre y cuando sea con la Albiceleste, pues como dice la canción “espera el rebote que una te va a quedar”.