Por: Farid Barquet Climent
Cuando Alemania y Francia se han enfrentado en Mundiales, las actuaciones de sus porteros han sido determinantes para el resultado.
En 1982 ambas selecciones disputaron una de las semifinales en el Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán de Sevilla, partido que siempre recordado por el golpe alevoso que el guardameta teutón Harald Schumacher le propinó al defensor galo Patrick Battiston, una de las entradas más arteras —por no decir criminales— e impunes de la historia de los Mundiales, pues a pesar de que el encontronazo dejó al francés con dos costillas fracturadas, un dedo quebrado, la dentadura disminuida y un estado inconsciencia que se prolongó por varios minutos, el árbitro ni siquiera la sancionó[1]. En vez de haber sido enviado a la fiscalía o al menos a las regaderas, Schumacher permaneció en la cancha por cortesía del silbante hasta la serie de penaltis, en la que se convirtió en el héroe germano: atajó dos tiros y con ello dio a su equipo el pasaporte para la final ante Italia que se disputó en el Santiago Bernabéu.
Cuatro años después, en México’86, los franceses tuvieron oportunidad de revancha pero la desaprovecharon: el 2-0 definitivo a favor de los alemanes tuvo que ver con una mala acometida del experimentado arquero francés, Joel Bats, a un tiro libre cobrado por Andreas Brehme aquella tarde en el Estadio Jalisco de Guadalajara
En un par de horas sabremos si las decisiones y los lances de Neuer y Lloris terminan “dibujados en la pizarra”, como suele decir el portero mexicano Israel Villaseñor[2].
[1] Barquet Climent, Farid, “Los días contados”, Reforma, martes 27 de mayo de 2014, p. 22.
[2] Villoro, Juan, Balón dividido, Planeta, México, 2014, p. 196.