Por: Ana CruzManjarrez
El tiempo vuela con urgencia para los detractores de Roger Federer, pero este año debieron guardar muy pronto y en el fondo del armario las frases que lanzaban a la primera: que si ya está viejo, que si el fin está muy cerca, que el trono podría quedar vacante pronto; porque, sin ánimos de debatirlo, el más grande de la historia no sorprendió, reafirmó su sitio.
Una de las más exquisitas citas de este año tuvo lugar en Wimbledon, la final encontró frente a frente al entonces dos del mundo y a la leyenda suiza. El juego refutó la idea de quienes dicen detestar el “nuevo tenis”; la sutileza de ambos en el intercambio, la clase de Federer con la derecha y la excelencia en los pases de Nole despertaron el anhelo de un juego eterno.
Djokovic no cedió la página para la octava conquista de 'Su Majestad' en ese suelo. Pero nunca pudo respirar tranquilo, el rugido que escapó de su pecho al igualar en el segundo set lo demostró. Mientras, el público se dejaba llevar por el romanticismo de una historia que pudo ser escrita con un revés, pero se fue largo y de nueva cuenta fue el “joven” quien gritó para liberar tensiones. El cuarto set ilusionó con la remontada del suizo, un momento al que ningún espectador pudo mantener neutral; Federer parecía entregar la vida en cada juego y conseguía sacar de quicio al llamado hombre de goma, quien también jugaba contra sus fantasmas: las últimas seis finales perdidas.
La agresividad del serbio después de más de tres horas y media sobre el All England retaba al suizo que se negaba a abandonar la causa, y buscaba reducir la velocidad del rival para no obligarse a correr de más. A agotar sus reservas, como ocurriría más tarde. Cuando la única opción restante era lanzarse al frente, Roger buscó agobiarlo con golpes tan veloces como inteligentes, pero Nole saldó cuentas. Pausa a la imaginación sobre lo que pudo ser. Djokovic celebró la punta mundial, que arrebataba a Nadal, entre lágrimas: “gracias por dejarme ganar hoy”, declaró hacia el “viejo” al levantar el trofeo.
Este duelo podría sintetizar el año de Federer, pero sería injusto dejar fuera la conquista que alcanzó en equipo, y lo enalteció en solitario. La Copa Davis era asunto pendiente desde 1992, cuando Estados Unidos se quedó con la gloria. El de 33 años no tiene el punto final a la mano.
¿De qué otra forma podía cerrar el año? Sí, una lesión le impidió encarar a Nole en el Masters de Londres, todos esperaban con ansias remembrar lo vivido en Wimbledon. Pero tras 73 triunfos en 85 duelos, algo que ningún otro consiguió, y con la suma de 17 títulos de Grand Slam, también únicos, escaló hasta hacer peligrar al hombre del primer sitio incluso en los últimos suspiros. Cuántas alarmas encendió el que inició el año como sexto y silenció los deseos de sus detractores. Puntos suspensivos.