Por: Santiago Cordera
Murió el Tiki-tika. Y murió de una forma en la que no debía morir, sin Xavi Hernández en el campo. Murió el sistema perfecto que un día creó Luis Aragonés y que mantuvo con vida Vicente del Bosque. Se fue el campeón. Y se fue sin llegar al tercer partido de la fase de grupos con aspiraciones a calificar. Se fue sin que Villa, aquel delantero que fue indispensable en Sudáfrica, pisara el césped.
Se fue el campeón. Se fue dejando un mal sabor de boca, sin al menos tener la posesión del balón, porque si había algo que caracterizaba a España era tener la pelota sin importar si tenía profundidad. Se fue sin luchar, sin coletear como un pez cuando lo sacan del agua. Se fue sin oponer resistencia, como si hubiera muerto días atrás.
Aquel sistema que nació un 7 de octubre de 2007 en Dinamarca con un gol de Sergio Ramos después de 28 pases consecutivos, murió este 18 de junio de 2014, en Brasil, en el Mundial de 2014, sin su mejor intérprete en el campo. Si había alguien que conocía y se adaptaba a esta forma de juego, ese era Xavi Hernández. Él ponía el timming, decidía cuando se jugaba horizontal y cuando había que profundizar. Enfriaba el juego, luego lo calentaba hasta acelerarlo. El balón solía recorrer como un turista cada parte del campo. Fue extraño que Vicente del Bosque prescindiera de él en el partido en el que España se jugaba la vida. Fue extraño porque con su convocatoria apostó por este sistema y parecía tarde para cambiarlo.
Es triste que esta generación de jugadores irrepetibles se haya ido de esta manera, con la cabeza gacha, sin la tranquilidad que les hubiera dado la sangre que en ningún momento corrió por su cuerpo, con el sentimiento de ni siquiera haber competido de tú a tú. Aunque parezca mentira, España podría ocupar el último puesto en este Mundial. Holanda la goleó y Chile le impidió marcar.
Duele porque hay formas de morir y el Tiki-taka no merecía ésta. Merecía morir matando. No pudo ser. Al finalizar el partido un periodista español le preguntó a Iker Casillas si era el fin de una generación. Con los ojos pequeños, la mirada perdida, la voz baja, le respondió que no era momento para hablar de ello, sino de recordar los buenos momentos que este grupo había dado en los últimos seis años.
Casillas sabía que el periodista tenía razón, lo sabe desde hace tiempo, pero se resiste a aceptarlo, normal, un grupo que ha cambiado la historia del futbol español no puede interpretar en un atardecer que las cosas son finitas como la muerte.
Vicente del Bosque salió a rueda de prensa con los ojos llorosos, como si la furia se le hubiera acumulado en la retina. Era eso o la tristeza que lo embarga. Guardó la compostura gracias a su temperamento, pero no se le veía tranquilo, sino todo lo contrario. No quería hablar. No tenía ganas de hacerlo. Si hubiera tenido un whisky delante se lo hubiera bebido de un sorbo.
Murió el Tiki-taka. Descanse en paz.