Zúrich, Suiza. El futbol se siente cómodo en el fango, en la basura. Por lo menos sus dirigentes han vuelto a demostrar que su realidad y la que perciben los aficionados e incluso también los jueces son dos distintas. Joseph Blatter ha sido reelegido como presidente de FIFA y poco ha importado a las 209 federaciones, que dos vicepresidentes estén en la cárcel o que otros 7 miembros estén entre rejas. La elección tuvo que irse a una segunda vuelta porque en la primera no hubo mayoría absoluta, sin embargo, antes de que se dieran a conocer los resultados finales el príncipe Ali se paró en el estrado y se retiró de la contienda, agradeciendo el apoyo de la gente que confió en él y le deseó suerte a Joseph Blatter, reelecto por cuatro años más al frente de FIFA.
“Es imposible”, se limitaba a decir Michel Platini al término de las elecciones. El francés se ha opuesto abiertamente a la gestión de Blatter y como presidente de UEFA pidió el voto para el príncipe jordano Alí. De poco sirvió su crítica porque ni todos los miembros de la Confederación europea han secundado la idea de su presidente. Así es el fútbol. La mancha a la que aludía el príncipe Alí Bin Hussein seguirá en la bandera de la FIFA. Sus compañeros no han querido.
En la puerta de la sede del Congreso de la FIFA, dos manifestaciones. La primera buscaba justicia para el pueblo de Palestina y cuya federación retiró a última hora la expulsión de Israel. La segunda servía de homenaje a los muchos obreros caídos en la construcción de los estadios de mundiales pasados y, especialmente, en el de Catar. Minutos después, colegial amenaza de bomba, abandono de la delegación brasileña y voto secreto. Todo en uno.
El resultado de las elecciones demuestra que los dirigentes no quieren que nada cambie, son felices con un sistema puesto en duda por la justicia norteamericana y que está en pleno proceso en Suiza. Blatter cree que todo es consecuencia de las derrotas de Inglaterra y Estados Unidos en la carrera por albergar los Mundiales de 2018 y 2022. “No vamos a cambiar la decisión. Si los nombres de los países elegidos hubieran sido otros, no habría pasado nada esta semana”, afirmó Blatter.
En su locución como presidente prometió luchar contra la corrupción, algo que no ha hecho hasta ahora pese a que el Código Ético de la FIFA así lo exige. “Asumo mi responsabilidad, pero alrededor del futbol se mueven 300 millones de personas y no puedo controlar a todos”, sentencia el reelegido presidente.
“La familia del futbol tiene que estar unida de nuevo”. Este fue el primer mensaje del presidente de FIFA en su recién estrenado mandato, opción complicada porque algunos que formaban esa familia están en la cárcel y señalados por haber manchado un deporte tan noble como el fútbol.