Por: Pablo Salas
El ambiente dentro del avión estaba un tanto raro; los jugadores comenzaron a sentir miedo. Definitivamente, el clima no ayudaba en nada. Podía sentirse al avión deslizarse de manera muy extraña sobre la pista llena de aguanieve; la tranquilidad se tornó en preocupación en un súbito suspiro. Por alguna extraña razón, el piloto había encaminado la aeronave hacia el despegue, pero no lo lograban; fueron dos intentos en los que los motores y la nieve no permitieron levantar vuelo. Los jugadores no entendían porqué intentarían despegar por tercera vez; era claro que algo estaba mal. El silencio asaltó el interior del avión, las gargantas se cerraron, las uñas se aferraron a los asientos, los ojos se apretaron, cerrándose con el anhelo de volverse a abrir… de pronto, a pesar de todas las complicaciones, el Airspeed Ambassador matrícula G-ALZU lo había conseguido, estaban en el aire, aunque el sentimiento de zozobra no desaparecía por completo. Por desgracia, el piloto no pudo controlar el aparato desde las alturas, provocando la caída estrepitosa de aquel aeroplano hacia el suelo. Por la tarde del 6 de febrero de 1958 la noticia se confirmaba: el avión que trasladaba a la plantilla completa del Manchester United se había estrellado sobre una casa abandonada en predios cercanos al aeropuerto de Múnich, Alemania.
Justo la noche anterior los 'Red Devils' habían logrado avanzar a semifinales de la Copa de Europa, venciendo en marcador global 5–4 desde tierras yugoslavas al Estrella Roja de Belgrado. La logística indicaba que harían una pequeña escala en Múnich para recargar combustible y así poder volar directamente a Inglaterra, ya que debían preparar el encuentro siguiente frente a la escuadra italiana del AC Milan.
En aquella época, el Manchester United estaba plagado de jóvenes promesas, siendo el más importante Duncan Edwards, a quien se le comparaba con la estrella madridista Alfredo Di Stéfano debido a la velocidad, talento y gran manejo del medio campo rojo. También se podía vislumbrar en las filas de los diablos rojos un inexperto, Bobby Charlton. Ese talento era explotado por Matt Busby, entrenador del equipo.
Por desgracia, Edwards de sólo 21 años murió 15 días después del accidente; junto con él, perecieron en la tragedia 22 personas más: Geoff Bent, Roger Byrne, Eddie Colman, Mark Jones, David Pegg, Tommy Taylor y Liam Whelam siendo jugadores; los directivos Walter Crickmer y Bert Whalley; el entrenador Tom Curry; los periodistas Alf Clarke, Don Davies, George Follows, Tom Jackson, Archie Ledbrooke, Henry Rose, Eric Thompson y Frank Swift; el capitán (copiloto) Kenneth Rayment, Bela Miklos, agente de viajes, el aficionado Willie Satinoff y Tom Cable, quien era parte del staff de la tripulación.
Desde que el equipo estaba listo en Belgrado para volar a Alemania ya se habían presentado situaciones atípicas que hacían de aquel un vuelo anormal; muchos piensan que fueron avisos del destino, quien les enviaba mensajes para no subir al avión. De inicio, el despegue fue atrasado una hora debido a que Johnny Barry había perdido su pasaporte y las autoridades yugoslavas no permitían la salida del joven. Durante la escala en Múnich, Pegg y Taylor, jugadores un tanto consagrados, intercambiaron lugares con los jóvenes Charlton y Viollet, ya que preferían irse a la parte posterior de la aeronave para poder dormir, siendo este caso el más curioso puesto que de no haberse dado el intercambio de lugares, el mundo jamás hubiera disfrutado de la estrella inglesa Sir Bobby Charlton.
Charlton, ya consagrado como futbolista y, recordando haberse subido a aquel avión con 20 años de edad, alguna vez comentó: “Algunos se preguntaban si el Manchester United seguiría existiendo después de la tragedia de Múnich. No tengo forma de pensar las cosas en perspectiva. Sólo sé que la pena que me causó la muerte de mis compañeros, que ahora comprendo eran unos niños, fue algo que me marcó para siempre.”
El impacto del bimotor de British European Airways contra el suelo fue demasiado duro y provocó que la nave se partiera en dos, generando un incendio aterrador para todos. Prácticamente la mayoría de los sobrevivientes habían quedado atrapados entre las llamas. El arquero Harry Gregg, quien había salido volando a unos 30 metros del accidente y milagrosamente se encontraba consciente, fue capaz de salvar a varios de sus compañeros de entre los escombros incandescentes. Aquel día pudo rescatar a Charlton, Viollet, Busby, Vera Lukic y su hija Venona. A partir de ese momento el irlandés Gregg fue conocido como el Héroe de Múnich.
Los años venideros no fueron tan sencillos para el Manchester United. Al club le costó mucho trabajo recuperarse del fatídico día, sobre todo por la reconstrucción que se debió hacer del equipo. Prácticamente les tomó cinco años recuperar la gloria futbolística, incluso algunos jugadores nunca se recuperar de las lesiones y no volvieron a jugar un partido.
Cada año se recuerda la amarga desdicha en Old Trafford, donde existe un monumento a los caídos. Las banderas a media asta se dejan mover por el viento. Una corriente de aire que nos trae a la memoria. El recuerdo de aquellos que no lograron sobrevivir. Y es entonces cuando todos cerramos los ojos y cantamos al unísono aquella desconsolada canción: “Les echamos de menos, cada noche les besamos. Sus caras están grabadas en nuestras cabezas. Me gustaría haber caído con ustedes”…