Por: Alfredo Alarcón Kádas
“Juventud, divino tesoro”, reza aquel famoso dicho. En las filas tuzas, más que un tesoro, este refrán se alza como un estandarte. Más ahora que el boleto a semifinales está en el bolsillo. Ya han demostrado lo necesario, destruyeron las ilusiones azulcremas de un surreal bicampeonato.
Los hombres de Diego Alonso han callado bocas y alimentado las esperanzas de consagración. Lo conseguido en el estadio Azteca puede seguir reafirmando que, en efecto, la juventud es un divino tesoro, combinada con un poco de experiencia, da como resultado un experimento que muchos han empezado y sólo algunos han terminado.
La frescura tuza se ha instalado en semifinales. A base de ambición, hambre e ilusión, Pachuca mató al vigente rey. El título se encuentra ya en un horizonte que semanas atrás lucía como un bonito deseo.
El cubetazo de realidad ha llegado de buenas a primeras. Ahora, el margen de error ha disminuido. Los Tuzos deberán demostrar que la madurez también forma parte de su repertorio además de un sueño adolescente.
En semifinales todo es posible, y eso es con lo que jugarán los de la Bella Airosa. La valía ya ha sido demostrada a todos aquellos que vieron con ojos adultos a un proyecto que parece haber dejado los pañales antes de lo previsto.