Por: Raúl Garrido
El siglo pasado se discutió mucho sobre la identidad del mexicano, desde Samuel Ramos con el Perfil del hombre y la cultura en México, Leopoldo Zea con su Conciencia y posibilidad del México y, tal vez el más célebre de todos, Octavio Paz con El laberinto de la soledad. La discusión quedó abierta, si hoy vivieran estos grandes pensadores quién sabe cómo nos describirían , hoy más cerca de la cultura estadounidense que de la propia.
Quien mejor identificó al mexicano fue Cantinflas. Sí, nadie lo hizo mejor que Mario Moreno. Cantinflas lo describió como “el chambitas”, lo mismo uno es taxista en la mañana, plomero por la tarde, taquero en la noche o columnista en un “tiempito libre”. Y cómo no, siempre estamos en crisis, “ay que buscarle”, reza el dicho. Así es el mexicano, buscón, trabajador, chambitas por naturaleza. Por supuesto, hablo del grueso de la población, no de la minoría.
Jorge Vergara no terminó los estudios, conoció el trabajo duro desde muy joven, hasta donde sabemos. Comenzó como mecánico automotriz, tiempo después se convirtió en vendedor de autos. También fue traductor de textos debido a su conocimiento de otros idiomas y con 23 años se convirtió en el subdirector comercial de una microempresa de nombre “La Pitaya alegre”. Desgraciadamente la empresa vio la luz por última vez en 1982, justo cuando el neoliberalismo nacía y prometía mejoras económicas, fue despedido.
No se iba a quedar de brazos cruzados y rápido se movió por el mundo para emprender un nuevo negocio. A falta de socios comerciales echó mano de los “socios” más antiguos que conocía, los familiares, y puso unos tacos de carnitas. El negocio iba bien, decidió poner un restaurante de cocina italiana. Al final los negocios no prosperaron y como buen mexicano se fue a los “yunaites” (Estados Unidos) para trabajar en la todo poderosa Herbalife.
Aprendió rápido el negocio, se asoció con otros dos colegas y fundaron Omnitrition USA, que evolucionaría poco a poco hasta llegar a Omnilife. La suerte de Jorge había cambiado, y así como sus productos “milagro”, su fortuna también crecía como espuma en el agua. En 2002 con un negocio sólido, además de dos o tres chambitas por ahí, como productor de películas, por ejemplo, se aventó al “negocio” del futbol y compró a las Chivas del Guadalajara, el equipo más popular del país.
Aunque en un principio le bajó el cielo, el mar y las estrellas a la afición del Rebaño, en la cancha los hechos han sido un poco distintos. Si bien ganó un campeonato y perdió un par de finales importantes, como la de Pumas en 2004 o la de Copa Libertadores, las Chivas han dado más pena que gloria en la “Era Vergara”. El dueño también actuaría como presidente del club, la peor chambita que ha hecho en su vida.
