Por Gustavo Ruiz
A todo futbolero le encantaría ser director técnico de la Champions por un día, sobre todo en instancias finales. Pero los sueños no se comparan en nada con la realidad. Basta con ponerse en los zapatos del tío Unai Emery.
El entrenador es una olla de presión a punto de explotar porque el destino parece negarle la Orejona al PSG. Después de haber jugado una fase de grupos aplastante, todos pensábamos que sería igual en los octavos. Para su mala suerte, se topó con un Real Madrid en modo Dios y se comió tres goles en el Bernabéu.
Por si le faltaba algo peor a la situación, el crack del equipo, Neymar, se lesionó y se perderá la vuelta contra los Merengues. ¿Cómo se las va a ingeniar para revertir el marcador y demostrarle al patrón que los millones invertidos sí la arman? Pobre Emery, ni siquiera ha de poder dormir.
El buen Unai ya arrastraba el trauma que le dejó Barcelona en la edición pasada. Para que su pesadilla continúe, el capricho del futbol le puso al otro monstruo mundial, que además también ya la lleva de gane.