Por Llanely Rangel
La primera vez que escuché a alguien hablar del futbol como un tipo de amor fue a los ocho años. Una duda daba vueltas en mi cabeza: por qué el tío Rodolfo, de 42 años, no se había casado y tampoco tenía hijos. Siempre que convivía con él, lo estudiaba con detenimiento. Tenía ojos profundos color moca, corpulencia ancha, en realidad era un poco regordete, labios en forma de corazón, nariz aguileña y, para su edad, suficiente cabello. Si bien me daba cuenta que no era un galán, tampoco tenía un físico que horrorizara a una mujer.
Un día, intrigada por el asunto, decidí no levantarme de su lado hasta no descubrir el por qué de su solitaria vida amorosa. Él, perdido en el televisor, miraba el mítico partido de la Copa del Mundo México 1986 en el que Argentina enfrentaba a Inglaterra. Tras 55 minutos, por fin obtuve respuesta. El cronista lloraba después de un gol de Maradona; decía que el argentino había venido “de otro planeta”. Mi tío también lloraba, emocionado tomó mis cachetes y me dijo: “qué jugada, por dios, estoy enamorado del futbol. Sí pequeñita, el futbol es amor”.
Son incontables las veces en que comentaristas, futbolistas, entrenadores y aficionados insisten en que el futbol o su equipo es alguna forma de amor, justo por sensaciones como la que vivió mi tío Rorro. Aseguran que es lo único que los complementa, que los hace felices o que los hace soñar, pero en realidad… ¿el futbol se puede definir como amor?
Aristóteles habla de amor (éros) en sus libros Ética Nicomaquea y Ética Eudemia como una pasión arrebatadora que se aproxima a la locura y la enfermedad. ¿No es lo que pasa con Luis Suárez? El uruguayo muerde a sus rivales cuando la desesperación no le permite otra cosa. No es un hecho aislado, ocurrió en tres ocasiones. En 2013 también le propinó un puñetazo a Gonzalo Jara y lo más importante es que nunca tuvo un motivo que explicara sus actos. “Me dolió que me trataran como delincuente. Son instintos que te salen al momento, no lo podría explicar”, dijo. Seguramente se dejó llevar por una pasión arrebatadora como la que describe el teólogo griego.
Anaïs Nin definía el amor en sus cartas a Henry Miller.”¿Qué es el amor si no la aceptación del otro, lo que sea que el otro sea?”. Si alguna historia futbolera nos habla de aceptación es la de Cruz Azul, sus seguidores no lo abandonan a pesar de sufrir 18 subcampeonatos en 18 años. Se han quedado a minutos de conseguir la copa, han caído ante el peor rival, pero nada de eso los ha hecho renunciar a su equipo. El estadio tiene una media de ocupación de 20,800 aficionados en la última década.
Los estereotipos cotidianos dicen que el amor es dar todo sin esperar nada a cambio. Esa es la historia de Guillermo “el Tigre” Sepúlveda, exjugador del Guadalajara, quien de entrada se sorprendió con mi pregunta. “Bueno…sí, el futbol es amor para mí ya que ese deporte me llevó a ella”. Se refería a su esposa Alma Graciela Landeros, con la que lleva 56 años de casado y tiene cuatro hijos. El jugador relata que en los años cincuenta, cuando iba a verlo a la cancha, ante su personalidad tímida, buscaba hacer una jugada desafiante, maravillosa … lucirse. Explicó que para hacer una jugada con el balón frente a Graciela era equiparable a “ofrecerle un ramo de flores o recitarle un poema”.
Ella, mucho más expresiva que él, dijo que si tuviera una rival que peleara por el amor de su esposo se llamaría futbol. En aquellos tiempos robaba durante meses al amor de su vida para concentraciones. “No sé cómo puede dudar en su respuesta. Cuando lo conocí ganaba 250 pesos mensuales, vivimos tiempos complicados. Para conformarse con ese sueldo tenía que sentir amor por su profesión”.
Jorge Valdano, exfutbolista y periodista, escribió en su libro Los once poderes del líder que el futbol con su condición de juego es un constante productor de placer, tanto en el individuo que lo juega como en el que lo observa. En eso coincide con Baruch Spinoza, considerado uno de los grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, quien asegura que el amor es un proceso que se acompaña de placer provocado por una causa externa.
Para finalizar, los dramaturgos y poetas como Lope de Vega o Francisco de Quevedo dicen que el amor es una vivencia en la que se funden agonía, éxtasis, desesperación y alegría. Quién no ha sentido eso en un estadio, no ha agonizado en los últimos minutos de una final, o sentido el éxtasis de proclamarse campeón. Cuántos no se han desesperado en una jugada de dos segundos. No hay nadie que no haya vibrado con los cánticos destinados a clubes con nombres que se pronuncian en diferentes lenguas pero que siempre emergen de la misma pasión. Hablamos de coros que prometen fidelidad eterna, que exigen resultados, que exclaman fervor.
Alguna vez el futbolista Roberto Carlos dijo: “si le digo a una mujer que es el amor de mi vida, le estaría faltando al respeto al futbol”. Se pueden observar aficionados, ligas de diferentes partes del planeta, cronistas y periodistas que viven de, por y para el futbol. Sí, definitivamente, el futbol en su forma más romántica, puede definirse como amor.