Febrero de 2009. Marsella, Francia. Argentina se prepara para un amistoso ante los anfitriones. Termina la práctica táctica. Lionel Messi, Carlos Tevez y Javier Mascherano se quedan a practicar tiros libres. Diego Armando Maradona, el entrenador, lo autoriza. Ese día enseña a Lionel a cobrar balones de castigo.
La historia la cuenta Fernando Signorini, histórico preparador físico de Argentina, en el libro Fútbol llamado a la rebelión. La deshumanización del deporte.
Al final de la práctica Messi saca un disparo. El balón pasa por encima del arco que defendía Juan Pablo Carrizo. Acto seguido, el gesto de fastidio que hace cuando la frustración lo ataca y camina al vestidor. Fernando lo ve y le dice: Decime una cosa, ¿un jugador como vos se va a ir a duchar con esa porquería? Dejate de hinchar las bolas. Agarrá una pelota y volvé a intentar”.
Maradona no pierde detalle de lo sucedido. Se acerca a Lionel y le toma el hombro. Le suelta una frase que quedará en la memoria del dirigido: “Leíto, Leíto, vení, papá. Vamos a hacerlo de vuelta”. De inmediato añade: “Poné la pelota acá y escuchame bien: no le saques tan rápido el pie a la pelota porque si no ella no sabe lo que vos querés”.
Diego toma el balón, lo golpea y lo manda a guardar al ángulo. Messi sólo mira, admira. Ese día recibió una de sus mejores clases para cobrar de tiros libres. Casualidad o no, hoy es uno de los mejores disparadores del planeta.