Por: Dante García
Nació en un Rosario diferente al de un par de genios; Messi y el ‘Che’ Guevara en el argentino, Diego Godín en el uruguayo. Es un poblado de aproximadamente 10,000 habitantes. Muy verde, espacioso y natural, lleno de gente humilde y trabajadora, justo como aquellos en los que se forman los más talentosos futbolistas. Es la provincia en la que el capitán charrúa se formó como futbolista, y a la que vuelve cada que el balón se lo permite. Un asado para celebrar la vuelta, y días de descanso en su propia finca.
Es un enamorado de sus tierras, pero ha sido bien acogido en Madrid. Sobre el césped lo deja todo, justo como lo dictan los cánones de una garra bien charrúa. Su gran virtud es la defensa, el mano a mano y la anticipación al rival son las especialidades de la casa, pero también sabe hacer daño. Clara muestra, su gol de cabeza ante el Barcelona en la última fecha de la Liga Española. Atlético de Madrid, campeón. Godín, héroe.
Sobre el césped es un líder absoluto. Habla mucho y grita más. Le llaman ‘El Capitán’ aunque no siempre lleve el gafete; es un referente futbolístico del defensor clásico. No tiene el arrojo de David Luiz ni la precisión de Mats Hummels, pero es todo corazón y toda lucha. Mide 1,86 y se eleva otros tantos centímetros más. Va bien por abajo, pero mejor por arriba. Es tiempista e inteligente. Sabe cuándo gastar una amonestación y en qué instante barrer para robar la pelota.
Para él y todo su pueblo el futbol es pasión. Godín es creyente del matrimonio a través del balón; cree que una pareja de centrales es lo más cercano al compromiso nupcial. Ahora está casado con el brasileño Miranda, pero por mucho tiempo lo ha estado también de Diego Lugano. “En el día a día aprendes a conocer a tu compañero, a confiar y también a tener esa desconfianza sana de saber cuándo tienes que estar más cerca porque intuyes que puede fallar”, asegura.
Es un romántico irremediable con fe ciega en la redonda. Sabe que el pueblo uruguayo está siempre pendiente de su selección, y con la celeste encima apuesta por dejarlo todo. Se autodenomina impetuoso e impulsivo, pero el asumir riesgos le ha llevado a grandes logros. No cree al futbol un parque de diversiones y lo padece en ocasiones. “Es difícil entrar en un campo y pasarlo bien, se corre mucho, se exige mucho, vamos al límite y hay mucho estrés. Disfruto entre comillas”, afirma el dos veces mundialista.
A sus 28 años ama y sufre por igual a la pelota. Lo deja todo en el campo y vive con el cuchillo entre los dientes, justo como su profesión lo exige. El defensor no va de día de campo al empastado; su principal misión es impedir el punto climático del futbol. Si no hay gol, se hace un buen trabajo, pero se enmudece también a la hinchada. Poco importa el colorido cuando se juega para un equipo que es todo lucha. Para la afición charrúa la garra es la esencia, pero también el sinónimo de su ‘flaco’, Diego Godín.