Por: Roberto Quintanar
No importan las risas y las interminables burlas. Tampoco el que sus directivos insistan en hacerse un harakiri ni que las telarañas cuelguen en las vitrinas de La Noria cuando se habla de títulos de liga. Nada de eso puede cambiar el ADN de un gigante.
Hoy que todos “felicitan” a Cruz Azul por cumplir la mayoría de edad en términos de sequía liguera, sea visto éste como un ejercicio para recordar que así pasen décadas, la grandeza del cuadro cementero es indiscutible y no se diluirá con el tiempo. Esto es reafirmado por las interminables burlas que despiertan sus constantes frustraciones en el torneo local. ¿O es que un equipo de menor jerarquía con una peor racha es tan azotado como el originario de la hoy Ciudad Cooperativa?
No es que el aficionado celeste deba vivir del pasado. Por el contrario, la exigencia de una afición que ha sufrido como pocas en las últimas dos décadas continúa aumentando con el paso del tiempo. Asimismo, es verdad que las tragedias futbolísticas vividas en estos 18 años son poco comunes en clubes de estas dimensiones… pero las historias de gloria más sentidas casi siempre son precedidas de años y años de dolor.
Más que sentirse triste por el hecho de que hoy se cumpla un año más sin que Cruz Azul levante un título de liga, la nación celeste debe recordar aquella tarde como una de las más importantes en su historia, un aliciente y muestra de lo que esa camiseta representa en el balompié mexicano. Incluso aquellos que no somos hinchas cementeros reconocemos en esa final una de las más legendarias por la forma en que se dio: Carlos Hermosillo herido de las costillas y con el rostro bañado en sangre marcando el gol de un título que se había negado a esa institución desde 1980.
Cruz Azul hoy no celebra, pero sí conmemora. Y en esa conmemoración debe recuperar la información de su código genético que le hace un titán del futbol mexicano… esa que sigue ahí no se esfumará a pesar del paso del tiempo.