Por Llanely Rangel
De pequeño, como tres de cada cinco niños argentinos, Marcos René Maidana soñaba con ser futbolista profesional. Creció como el menor entre siete hermanos en el barrio humilde de Margarita en Santa Fe y las historias de gloria que conocía, protagonizadas por personas como él, estaban ligadas a un balón.
Cada noche su sueño era el mismo. Después de levantar un trofeo en el Estadio Brigadier General Estanislao López portando la camiseta negra con rojo del Colón, la fama y la fortuna lo acompañarían indefinidamente.
Tenía seis años cuando eligió al ‘Sabalero’ como el equipo de sus amores. Siempre fue un rebelde, y ese año el club pasaba por una de las mayores peleas en su historia, pues perdería la final para el ascenso frente a su máximo rival, el Unión de Santa Fe. Esas ganas de sobresalir los uniría de por vida.
Cada mañana iniciaba el día peloteando con alguno de sus hermanos para intentar llegar a su meta, mientras que por las tardes salía a cazar bichitos para comerlos y matar el hambre. Su papá se dedicaba al campo y la necesidad era mucha. A la escuela le dedicó poco tiempo, pues siempre tuvo claro que nunca sería un profesionista y cuando se sincera con algún periodista acepta que “ni siquiera le interesaba”.
Lo que él deseaba era jugar al futbol, pero con el tiempo aprendió que hay mucha diferencia entre lo que te gustaría hacer y para lo que eres bueno. Hernan Agustini amigo de su infancia cuenta que el primer encuentro entre Maidana y el boxeo fue en un boliche, después de que uno de los presentes cometiera el error de burlarse de su sombrero de paja. Dicha pelea, como era de esperarse, le dio su primer triunfo con base en los golpes.
Sin embargo, fue hasta 1999, cuatro años después de que Colón volviera a Primera División, en que se dio cuenta que su fortaleza estaba en los puños y no en los pies. Entonces decidió que cambiaría de sueño, de futbolista a púgil, y que el apodo del “Chino” -que a diferencia de otros deportistas no lo heredó de su padre sino de uno de Javier, su hermano mayor- no lo imprimiría en un jersey sino en el resorte de un short.
Todo se le fue dando, pelea por pelea se dio cuenta que no había errado al dejar el balón por los guantes. Que su destino estaba escrito. Ahora en la imagen de sus sueños estaba él levantando el puño, noqueando uno de los grandes del ring.
En 2009 lo consiguió: se consagró campeón mundial interino superligero de la AMB al derrotar por nocaut técnico en el sexto asalto al estadounidense de origen mexicano Víctor Ortíz. De vez en cuando vuelve a su infancia y festeja un nuevo triunfo con la camiseta rojinegra, su bata es de los colores de su club, visita constantemente el estadio de su Colón y reparte autógrafos, aunque no meta goles.
Los fanáticos de Mayweather le han dicho que tan imposible es que el gane la pelea el sábado en las Vegas como que el ‘Sabalero’ no descienda esta temporada. Ante esta afirmación, él sólo tiene una respuesta: “Colón sigue en primera y yo le emboco una mano a Mayweather y hago historia. Total, soñar no cuesta nada”.