Por Asairi Nava
Pasar 20 años sin ser campeón podría ser considerado demasiado por los aficionados cementeros, en especial porque están acostumbrados a resignarse con puros subcampeonatos. Pero eso está por acabarse. Este año sí es el bueno y dirán adiós a las burlas que han recibido.
La llegada de Peláez
Inventaron mucho los anteriores directores deportivos, a tal grado que nunca lograron consolidar un proyecto. En cambio, Ricardo demostró en América que está hecho para ese puesto. Seis años le duró el gusto con los azulcremas, pero pudo obtener dos títulos de liga y dos de Concachampions. Esperemos que esta misma suerte la pueda tener con la Máquina.
Buena inversión en jugadores
Muchos, pero muchos millones de dólares gastaron en refuerzos que no rindieron en el equipo, a pesar de que venían con etiqueta de cracks. Ahora sí hubo un análisis preciso para no regarla ni decepcionar a la afición.
Sin problemas en los altos mandos
Desde hace un par de torneos se terminó el conflicto entre los hermanos Álvarez, cosa que también afectaba a los jugadores. Esa inestabilidad en la toma de decisiones se veía reflejada en una mala elección de técnicos que tuvieran las capacidades y el temple necesario para dirigir un equipo al que se le exige demasiado.
reglas más rígidas
Se les apapachaba mucho a algunos miembros de la plantilla azul, lo que generaba que estuvieran escándalo tras escándalo sin que la directiva pudiera meterlos en cintura. Para mala suerte de las estrellitas, Caixinha y Peláez están acostumbrados a traer cortitos a todos, así que o rinden o se van.
Regreso al Azteca
Desde su llegada al estadio Azul poco fue lo que pudieron ganar. No es que el estadio estuviera salado, o que el equipo no se armara para ser campeón, simplemente parecían tener una maldición que no los dejó en paz mientras estuvieron ahí. Ahora en el Coloso de Santa Úrsula podrán revivir sus mejores épocas.