Por Rubén Ramos
Seguros ya te ves sentado frente a tu televisor en compañía de la novia o los cuates para ver a la Selección, claro, si es que no eres de los afortunados de ir a Rusia. En ambos casos nunca faltan los gritos de apoyo. La emoción de ver un partido mundialista es lo que vale la pena. Pero, ¿te has preguntado cómo lo viven las familias de los amados árbitros? Aquí van unos cuantos posibles escenarios de esa experiencia.
Sin tanta emoción
Si conoces a un árbitro o a su familia y te quieres divertir al ver un partido mundialista, no te juntes con su banda. Ahí no hay gritos de gol, ni tampoco los “¡ooooooh!” por alguna oportunidad desperdiciada de gol. Ellos solo celebrarán cuando la cámara enfoque al silbante después de haber tomado una buena decisión arbitral.
El mundo al revés
Los parientes de los silbantes no usan las playeras de los equipos. Ellos escogen el uniforme de gala de la autoridad en la cancha. Celebrarán las faltas en las que se luzca su muchacho y van a odiar el VAR por quitarles la gloria del protagonismo. ¡Qué envidia porque ellos vivirán sin nervios momentos como alguna posible tanda de penaltis!
Recuerdan a las mamás de los jugadores
Lo más tradicional siempre es escuchar a todo mundo reclamándoles cualquier cosa. Desde jugadores hasta aficionados, ni qué decir de los periodistas, el árbitro es víctima de puras críticas despiadadas. Y toda la culpa será de la mujer que les dio la vida.
Al pendiente de la madre del árbitro
Por estos lares es muy común decir que cuando te la mientan, te zumban los oídos. Imagínense a las pobres señoras que su único error fue tener un hijo que decidió dedicarse a eso. A lo mejor ni ven el partido por el dolor que sentirán en su cabeza de tantos recordatorios alrededor del mundo. Los que estén cerca de ellas deben cuidarlas para que aguanten o para que no enciendan el televisor.
De la mano con las redes sociales
Toda su frustración posiblemente la descarguen en Twitter o Facebook. Al tener un familiar que siempre es cuestionado, seguro que los hará enojarse. A través de publicaciones sacarán sus más floridos pensamientos.