El periodista Rafael Henzel, quien este martes llegó a Brasil para continuar con su recuperación, relató con lujo de detalles la terrible experiencia que vivió aquel fatídico día de noviembre cuando el avión que transportaba al Chapecoense se estrelló en suelo colombiano, arrojando un saldo de 71 muertos.
“La aventura del viaje la comenzamos en Sao Paulo. Tardamos poco más de una hora hasta Santa Cruz de la Sierra. De allí a Medellín. El ambiente que había en la delegación era de felicidad. Todo el mundo estaba alegre por el acontecimiento al que íbamos. En ese vuelo 2933 convivíamos el plantel. entrenadores, la prensa, empresarios. Todo era en el marco de un clima festivo”, afirmó en palabras recogidas por La Nación.
“El vuelo desde Bolivia venía con normalidad, hasta que tuvimos una turbulencia. Allí saltó una alarma, que terminó siendo la única que hicieron sonar los comisarios de abordo. El vuelo se estaba extendiendo más tiempo de lo normal. Comenzamos a preguntar si no era ya hora de aterrizar. 'Faltan 10 minutos para llegar', nos dijeron algunos miembros de la tripulación. A cada consulta que hacíamos, teníamos la misma respuesta: 'Diez minutos'”, agregó.
“De un minuto a otro las luces del avión se apagaron. Nadie informó nada, nadie dijo que alguna anomalía estuviese sucediendo. Desmiento totalmente que la tripulación nos previniese en algún instante sobre la falta de combustible y de que podíamos realizar un aterrizaje de emergencia. Esa información nunca, insisto, nunca nos la proporcionaron”, acusó.
“No recuerdo cuánto tiempo pasó desde que se apagaron las luces y el avión se estrelló. Sólo me acuerdo que miré hacia mi izquierda, ya que estaba en la penúltima fila del avión en el lado derecho, y vi a un comisario de abordo que tenía el cinturón de seguridad bien extendido. Por esa imagen, imagino que ni esa persona sabía exactamente lo que estaba ocurriendo”.
“Cuando el avión quedó a oscuras, hubo un silencio sepulcral. Aterrador. Todos los motores dejaron de funcionar. Después de ese silencio tan atroz, el avión se estrelló. Tuve la suerte de despertarme cuando un grupo de rescate pasaba cerca de donde había caído y comencé a gritarles para llamarles la atención y que me atendieran. Fui el penúltimo en ser rescatado”, rememoró.
“Mi asiento había quedado atrapado entre dos árboles y mis piernas estaban aprisionadas entre las ramas. Cuando desperté, vi a mis dos colegas, Renan Agnolin y Djalma Neto, con los que iba sentados en la misma fila, junto a mí. Se habían despegado los tres asientos a la vez. Yo iba en medio de ambos. Fui más afortunado. Ellos dos fallecieron”.
Henzel destacó que los cuerpos de emergencia debieron hacer un esfuerzo muy grande para poder rescatarlo:
“El esfuerzo que hizo el equipo de rescate para sacarme de allí sin que se agravase lesión alguna fue tremendo. Después de varias peripecias lograron llevarme a una zona en la que había ambulancias. El tiempo se consumía lentísimo. Pasaron 40 minutos hasta que llegué al hospital”.
El momento más emotivo del relato llegó al compartir las palabras de su hijo de 11 años cuando llamó a casa para informar que estaba a salvo.
“Al llegar al hospital pedí hablar con mi familia en Chapecó para informarles que había sobrevivido. Esa llamada fue un alivio para mi familia. Mi hijo me dijo que él sabía que yo no había muerto porque me sentía vivo dentro suyo. Que mi respiración estaba presente en su corazón. Esas palabras fueron una inyección de vida en mi cuerpo”.