Se dice que la pasión manda, pero en ocasiones llega muy lejos. ¿Cuántas veces hemos ido al estadio de nuestro equipo favorito y escuchado que alguien insulta a un futbolista? ¿Hasta qué punto éste contiene las ganas de hacer algo al respecto?
En Chile sucedió un caso raro; y es que Sebastián Pol, futbolista de 28 años, ya estaba harto de un aficionado que no paraba de gritarle improperios. 90 minutos de mentadas de madre. Dos tiempos de molestia.
Su equipo, el Audax Italiano, había perdido por 4- 1 con la Universidad Católica y Pol estaba harto. La frustración de perder era bastante. Ya había tenido suficiente. Como era de esperarse después de un marcador tan abultado, los ánimos empezaron a calentarse. Los futbolistas se empujaban y el jugador decidió desquitarse con aquel que lo había estado provocando todo el partido. Corrió hacia las tribunas, se subió al barandal y le lanzó una patada al aficionado, quien entre la incredulidad y el enojo, no movió ni un dedo. Sebastián se bajó de un salto, pero el daño ya estaba hecho. Había puesto toda la rabia en la punta de su zapato.
El hecho ocurrió en el estadio San Carlos de Apoquindo, en Chile. El futbolista fue sacado por elementos de seguridad y trasladado hacia una estación de policía, lugar en donde fue detenido.
¿Y qué pasa después?, ¿Cómo se castiga a alguien que reacciona de esa manera? El diario La Nación de Argentina publica que, ya que gracias a que Sebastián Pol ha desempeñado toda su carrera fuera de su país natal, arriesga penas privativas de libertad en virtud de una ley de “Violencia en los Estadios”, que está vigente desde hace algunos años en el país andino, aparte del castigo que le pueda poner el comité de disciplina. En esas situaciones en las que estas sometido a tanta presión, a tanto enojo y en una posición tan mediática como un futbolista profesional… ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar?