Por: Ángel Armando Castellanos | @aranha_azul
Esa noche, al volver a la redacción -¿o fue por Whatsapp?- me lo dijo mi jefe: se me hace que la chilena de Jiménez nos va a poner en Brasil. Trabajaba para un periódico. Me encontraba haciendo nota de color en un bar. Está claro que no tomé las fotos “del momento”. Tuve que pedirle a la gente que “volviera a festejar” para retratarla. Es la jugada que más gritamos los mexicanos nacidos a partir de los noventas.
Está claro que sabemos de Hugo Sánchez. Nuestros padres, primos, tíos y demás seres queridos nos contaron de sus chilenas. Del Señorgol al Logroñés y de la Bota de Oro. Lo admiramos, pero no lo sentimos nuestro. Sus hazañas son leyendas que hoy vemos en Youtube cuando queremos sentirnos retro.
La de Raúl Jiménez nos pertenece. Esa sí es nuestra. Mucho más que el cabezazo de Jared Borgetti ante Italia. Ese es un recuerdo de la niñez. La del Azteca en octubre de 2013 significó alegría en un momento de tristeza, de incredulidad.
Fue el único partido que México ganó en el Estadio Azteca durante la Eliminatoria Rumbo a Brasil 2014. En febrero, marzo, ¿abril?, mayo, ¿junio y julio también?, agosto y septiembre vimos empates sin goles contra Jamaica, Costa Rica y Estados Unidos. Mejor no acordarse del Aztecazo ante Honduras.
Muchos fuimos testigos de la caída ante Costa Rica en 2001. Hombre, era Enrique Meza. Nadie volvió a llamar a Joaquín del Olmo, a David Oteo, ¡al Chima Ruíz!, o a su homónimo de apellido, Víctor. Lo vimos como algo que iba a pasar una vez. En 2012, la derrota ante Estados Unidos en el Azteca fue un accidente. Nada más alejado de la realidad.
Ante Panamá era ganar o decir adiós al repechaje. No se trataba de quedar en primero o en segundo lugar. Era ir o no al Mundial. Eso sólo les pasó a quienes nos contaron sobre Hugo Sánchez. A nosotros no nos podía pasar. ¿Por qué? Porque no, no era justo, no se valía.
Nos volvimos locos con el 1-0, ¿de quién fue? Ah, de Oribe Peralta. El empate nos mataba. ¿De qué se trata? ¿Por qué Vuce (Víctor Manuel Vucetich) llamó a los mismos? ¿No entiende que vamos a quedar fuera del Mundial? ¡Ya! ¡Que haga algo!
Y lo hizo. A siete minutos del final imaginábamos que ya había valido madres. Él metió a Raúl Jiménez. Rulito. Ese chamaco que tenía de banca en el América a Narciso Mina. “Peor es nada. Quién sabe si vayan a ganar. Ya estuvo que nos quedamos sin Mundial”, pensábamos.
Y Raulito nos tapó la boca. Chicharito para Arce. Arce desde tres cuartos para Raúl Jiménez al centro del área. Cualquiera se daba la media vuelta, trataba de meterse a bayoneta calada o se apoyaba en un compañero. Él no.
Se quiso hacer famoso y lo logró. Su edad -la misma de quien escribe- no le da para acordarse demasiado de las chilenas de Hugo Sánchez. Igual lo intentó. El balón le rebotó sin gracia. Por pinche tronco, dirán algunos. No importa. Él aprovechó el bote y se tiró al aire. Suerte, casualidad, el viento, un chiflido, lo que sea. Superó al portero y el balón quedó en el fondo del arco, justo en la esquina inferior izquierda. El ¡No mames! de Luis García sólo adornó más el show.
Lo gritamos como nunca. Lo disfrutamos como jamás. La garganta se nos quedó ronca. Fue más épico que el de Ever Guzmán en el Mundial Sub 17 de Perú 2015. Casi tanto como el de Julio La Momia Gómez o el de Jorge Espericueta en el de México 2011.
Nos gusta más festejar a partir de la tragedia que de la gloria. Se fueron dos años y la alegría fue tan corta como largo el tiempo que parece haber transcurrido. Semanas después nos queríamos morir en Costa Rica. México perdió 2-1. Por cierto, Gracias (así, con mayúscula), Graham Zusi. Seguro que sin tus anotaciones la chilena de Jiménez no nos daba el pase al repechaje de Brasil 2014.