Por: Alfredo Alarcón Kádas
La primera imagen, como era de esperarse, es la ocurrida cuando tú defendías los colores purépechas. Un desafortunado encuentro que dejó cicatrices profundas desde entonces y que hoy parecen abrirse de nueva cuenta.
El ambiente que te encontrarás no es lejano al vivido aquella noche: ira, decepción, frustración y tristeza. Este Cruz Azul se desangra, está seco de esperanzas y argumentos. Ha dejado de saborear la victoria para acostumbrarse a lo espinas de la derrota. La camiseta se destiñe, el escudo ha perdido la cruz y el jugador se olvidó del futbol.
La afición los ha abandonado, esa reinvención emocional que demuestran cada seis meses está extinta. Sin embargo, tu elección al banquillo ha sido festejado por los fieles y criticado por los oportunistas.
La delgada línea entre convertirse en héroe o unirse a unirse al bando de los antagonistas es demasiado corta cuando tu horizonte se ha pintado de azul. El más mínimo detalle será juzgado en cuestión de minutos. Aquí sólo vale saborear las mieles del éxito, otra cosa diferente será mera estadística.
Tu controvertida actitud parece ser un mal necesario para una plantilla que ha decidido estacionarse en la comodidad y soberbia. Aunque anda con cuidado, que sacarlos de tal zona de confort podría convertirse en tu sentencia. Pregúntaselo a tu antecesor.
Bien dice el dicho: “más vale tarde que nunca”. En tu caso, me atrevería decir que desde el pitazo final en Morelia. Ahora que ya has decidido formar parte de la historia encomiéndate al santo de tu devoción.
Este camino será una montaña rusa: querrás levantar las manos desde el inicio, gritaras hasta quedarte sin voz, sentirás más de una sacudida que sacarán a flote todas tus dudas, pero al final, sólo quedarán las náuseas. De ti depende disfrutar el viaje.