Por: Carlos Bleu
Cada cuatro años me sucede lo mismo. En la víspera del mundial la imaginación corre por el campo de la esperanza. Cometo el error de pensar en que es el inicio del espectáculo cuando no es más que el final. Supongo que es un error que gran cantidad de personas cometemos. Vemos partidos previos, estudiamos tácticas y sistemas de juego. Creemos tanto en lo que analizamos que no calculamos el limbo entre nuestros pensamientos y lo que sucederá en el campo.
El balón rueda y regresamos a la realidad en la que el fútbol es un deporte sancionado mediante los ojos de un solo humano. Se escribirán cuartillas enteras para criticar la decisión del árbitro por no expulsar a Neymar, pero sobre todo por marcar un penalti que en la repetición no alcanzamos a ver. El árbitro apoyó la estadística de que ninguna selección anfitriona ha perdido en la historia su primer partido del mundial.
Los complots sobre favoritismo para el anfitrión eclipsarán el mal juego de los brasileños y el oficio de los croatas. Sobre el campo no había peor forma para empezar un mundial para Brasil. Con diversos informes sobre lesionados en las manifestaciones, Marcelo llevó la moda selfie a un nivel inusitado y se retrató en el momento menos indicado. Por minutos, los que los aficionados se hermanaron en su frustración con los ciudadanos disconformes.
Los goles de Neymar y Oscar apagaron el fuego, pero la selección de Luis Felipe Scolari flota entre signos de interrogación. La estructura es similar a la que ganó en 2002, un grupo sólido con jugadores leales al sistema de su entrenador, que juega con un estilo rocoso pero con definición. Sin embargo, el gol de Croacia subrayó sus males.
En 2002 Cafú defendía y Roberto Carlos se proyectaba. En 2014 Dani Alves debe defender pero lleva mucho tiempo siendo un flan al que los contrarios le ganan la espalda. Lo de Marcelo pasa por haber sido suplente en el Real Madrid, falto de ritmo y con poca presencia en la ofensiva.
Croacia decidió jugarle con un medio campo creativo y por varios lapsos del partido la apuesta pareció funcionar. Rakitic y Modric jugaron un gran partido tanto individual, el primero completó 39 de 31 pases y el segundo 51 de 57, como en dupla. Eso sí, cuando Brasil apretaba a los croatas les faltaba músculo y habría que ver qué tanto podrían mejorar con un pivote que les cubra las espaldas.
Y conforme escribo estas líneas crece mi frustración por esperar cuatro años y ser estafado con decisiones patibularias. Prefiero enfocarme en Brasil, favorito para ganar su mundial. Sergio Rodrigues narró que el fútbol brasileño se volvió lo que es en gran parte por causa del esfuerzo sobrehumano que los jugadores tuvieron que hacer para estar a la altura de las mentiras que los locutores contaban en la radio. Salvo la Brasil de la Copa América del 97, puedo confirmar esa teoría porque no he visto el fútbol del que presumen haber sido testigos los que vieron a Brasil antes de 1990.