Por: Roberto Quintanar
La CONCACAF Liga de Campeones ha comenzado a desteñir el monopolio verde, blanco y rojo. Aquellos días en los que los equipos mexicanos se entrenaban en las canchas de las ligas de la zona parecen haber llegado a su fin.
No es casualidad. La señal de alerta se había encendido desde el inicio de esta edición, cuando León y Cruz Azul, dos equipos protagonistas del torneo mexicano, doblaron las manos frente a equipos de supuesta menor jerarquía. La voz generalizada, cargada de esa soberbia que no termina de desaparecer, resaltaba que esto era consecuencia del mal momento vivido por ambos cuadros.
Hoy, luego de que se resolvió la eliminación de Pachuca a manos del Montreal Impact, una nueva realidad parece tratar de despertar a un balompié mexicano que desde hace tiempo niega el avance en otras ligas y selecciones. Por vez primera desde que el certamen tomó su nuevo nombre y formato, México no tiene a por lo menos un par de equipos en semifinales. Y hay que resaltar el hecho de que, pese al triunfo de América en la ida frente al Saprissa en San José, por un buen rato los ticos fueron dominadores del partido y pudieron haber construido una historia diferente.
Por supuesto, no se puede hablar de que la Liga MX no es la mejor del área, porque lo es y todavía con una distancia considerable respecto a las otras competencias de la zona. Sin embargo, estas llamadas de atención no son obra de la casualidad.
La soberbia debe desaparecer. La era del dominio abrumador podría estar llegando a su fin. América, el único representante que sobrevive, tiene capacidad de sobra para levantar el trofeo, pero esto no debe dejar de ser una pequeña señal que sale con tiempo para hacer una revisión para saber qué pasa: o los torneos no se toman en serio o hay un punto flaco que debe empezar a resolverse. Sea cual fuere la respuesta, es hora de, ahora sí, dejar de ver hacia abajo a los equipos de la zona. Parece que la “lección Tri”, que no ha sido una novedad desde 2002, no ha sido aprendida.