Wembley, 28 de mayo del 2011. Javier Hernández acaba de jugar los 90 minutos de aquella final en la que el Barça, según Alex Ferguson, dio al United la mayor paliza de su historia. Chicharito, compañero de Rooney esa tarde en el ataque, cierra la mejor temporada de un futbolista mexicano en Europa desde Hugo Sánchez. Su primera en Manchester. Marca 20 goles entre Premier (13), Champions (4), FA Cup (1), Community Shield (1) y Capital One Cup (1).
Esa campaña el United jugó 60 partidos, de los que Hernández participó en 45 siendo titular en 27. En total, sumó 2,625 minutos de los 5,400 que disputó su Club. Chicharito jugó 48% del tiempo marcando un gol cada 131 minutos. Ganó dos títulos: Premier y Community Shield. Dos goles suyos al Olympique de Marsella en Old Trafford; los clasifican a cuartos de Champions donde otro gol suyo al Chelsea; empata la eliminatoria rumbo a semifinales. En la Premier le hizo goles al West Brom (2), Stoke (3), Wigan (3), Blackpool (1), Liverpool (1), West Ham (1), Everton (1) y Chelsea (1). Anotó en 17 de los 27 partidos que jugó y 8 de sus 20 goles los marcó entrando de cambio.
A partir de entonces, su rendimiento fue a la baja. Cada año es peor que el anterior, creció su fama de suplente. La carrera de Hernández en Europa, es una constante lucha por los números o contra los números. Se le juzga por resultados y casi nunca, por su forma de entender el juego. En eso, en su interpretación del futbol y no en su acumulación, es donde nadie se pone de acuerdo al definir quién es Chicharito y qué hace Chicharito dentro del campo. Ferguson le tenía un gran cariño, pero ni Moyes, Van Gaal o Ancelotti, coinciden en una característica cualitativa que lo haga distinto, mientras que los aficionados, apegados a la nomotética, aprecian más las cantidades: es un gran profesional y un mal futbolista, generalizan. Hernández, a partir de su primer año en el United, se volvió un jugador de porcentajes. Datos, cifras, minutos, goles, partidos, metros, contratos, anuncios, rating, dinero y camisetas. Un producto sometido a la máxima ley del mercado: rentabilidad. No tiene la poética que por ejemplo, ha salvado a futbolistas como Benzema. El Real Madrid consciente de los datos, los tiempos y los territorios, aprovecha los últimos días de Chicharito en el equipo.
En la mexicanísima calle de Venustiano Carranza, muy cerca de las tiendas de artículos y trofeos deportivos que surten a los equipos de barrio, inauguró ayer una “Store” súper mamona. Pero el pretexto unánime, como no podía ser de otra manera después de 30 años, sigue siendo Hugo Sánchez. Ahí se detuvo el futbol mexicano. Javier Hernández igual que multiplica detractores, suma defensores según la memoria. En la división de opiniones y tiempos, está su fecha de caducidad. Escribir sobre Chicharito se volvió un recurso de audiencia. Pero nunca del juego. Hace unos meses, en mi primera colaboración (ver columna) en JUANFUTBOL un 31 de de agosto de 2014, publicamos lo que está sucediendo hoy. “Chicharito y el futbol color de rosa”, en relación a la nueva camiseta de Real Madrid, se titulaba aquel artículo.
Apátridas, fuimos acusados por algunos pollos nacionalistas a los que entonces les crecían oportunas plumas como al penacho de Moctezuma. La verdad en esta historia, es que no hay un solo renglón que nos defina la importancia de Javier Hernández en función del juego, antes, que en su métrica o marketing. Repetir aquella histórica campaña en United con algún equipo inglés de la periferia, más que un reto, será la confirmación de su vida. Por ahora Chicharito, a la izquierda o la derecha, es un número mayor o menor del negocio; su negocio o el de otros. Pero siempre un número. Y en este mundo de los números y el futbol, hace mucho frío, sobre todo en la banca de los grandes clubes.