Por: Raúl Garrido
Llegaste hace un año con toda la ilusión del mundo. Suplirías a un gran entrenador que había salido campeón y se iba como subcampeón. Dejaba un hueco enorme que, sabías, sería difícil de cubrir, pero tus ganas por entrenar al equipo más importante de México te hicieron aceptar el reto. Desde entonces la sombra del ahora técnico de la Selección Nacional de México te acompañaría siempre dentro del club.
No llegaste como cualquier hijo de vecina, ni tampoco te puso alguien ahí. Ya conocías el futbol mexicano, tanto como jugador como entrenador. Habías salido campeón con el Tijuana, equipo al que salvaste del descenso y que en 18 meses de estar en primera división lo llevaste a jugar unas semifinales y luego a levantar el título. Lo hiciste en la Bombonera de Toluca, algo que muy pocos pueden presumir.
Por cierto, te fuiste de los Xolos por decisión propia, no porque te echaran. La afición estaba enamorada de ti, y tus jugadores te respetaban, te apreciaban, te admiraban y veían en ti un ejemplo a seguir. Clave para ganar el campeonato con un plantel inferior, en el papel, al de otros equipos con dinero. Los asados se convirtieron en parte del club, eran una costumbre cada semana para fortalecer la convivencia.
Querías estar con tu familia que tenía, tiene, su vida hecha en la Argentina. La familia es el pilar de tu vida y siempre te ha apoyado. Pero tu familia no se limita al parentesco sanguíneo; o quizá si, pues a Huracán siempre lo has considerado parte de. Ni tres meses tenías cuando “el Globo” pasaba por una severa crisis cuando te ofreciste a dirigir al equipo para buscar el ascenso (nuevamente).
Habías dirigido al equipo de tus amores en 2005 y 2006 sin cumplir objetivos ni obtener buenos resultados, tu primera aventura como DT no había sido la más brillante. Pero no te diste por vencido y para 2007 los frutos del trabajo diario, ese que siempre te ha caracterizado, llegaron. Venciste a Godoy Cruz en la promoción y lograste el ascenso a la Primera División, cumpliste el objetivo.
Justo como lo hiciste en los años 90, cuando como jugador te cargaste al hombro a tu equipo para ascender. Es difícil encontrar un amor tan puro y tan sincero como el tuyo hacia “el Globo”. La gente lo sabe, la afición lo siente y sabe que antes de haber sido jugador de Huracán ya eras uno de sus hinchas más fervientes. Se dieron cuenta que nunca lo dejaste y que nunca lo dejarás. Siempre has estado en las malas.
Rechazaste la oferta millonaria que el Tijuana te ofrecía para quedarte en el club, y todo por el gran amor de tu vida, Huracán. La vuelta a Parque Patricios no fue como lo esperabas. Sólo dirigiste 10 partidos y sacaste nueve puntos de 30 posibles, ganaste tres partidos y perdiste siete, de los cuales cinco fueron seguidos y tres en casa. El amor al “Globo” te llevó a dimitir pese a la insistencia de la directiva para quedarte.
Tu talento te puso en la lista de candidatos para dirigir al América, el club más importante de México. No lo dudaste y de inmediato aceptaste el reto. Lo hiciste sabiendo que la primera opción fue Gustavo Matosas, quien rechazó la propuesta para dirigir y sacar campeón al León, justo en el estadio Azteca después de muchos años y luego una vez más en Pachuca. Ya contigo en el torneo como DT del América.
Tienes al equipo en la final, lo dejaste primero en la tabla y aún así no es suficiente para la afición, que ha pedido tu cabeza durante toda la temporada, a lo largo del año. Futbol es futbol. Ni hablar. Tu partida de Coapa es inminente, pero te puedes ir por la puerta grande y dejando a tu sucesor la vara muy alta. Vendrán retos mayores y mejores. Seguro que volverás a triunfar.
Escríbeme en: @RauGarr