No hay entre todas las métricas que tiene el futbol, una tan poderosa como la que dura un minuto. Un minuto, el 93 de la Final de Champions en Lisboa, es lo único que da vida a este Real Madrid. Aquel minuto donde cae el gol de Ramos vale una eternidad pero la verdad, es que mucho antes de ese minuto y mucho después, casi nueve meses, el Atlético sigue siendo mejor equipo de futbol.
Ser campeón de Europa suele dar un aire de soberbia a los clubes que consiguen el título por encima de su Liga. El Madrid, que ganó la Champions siendo tercero de España con 87 puntos, no ha podido superar al Atlético, que terminó subcampeón con 90.
Atlético de Madrid, sus jugadores, técnico y aficionados, ejercieron todo este tiempo de Campeón. Y con esa autoridad de mandar en casa, en la Liga, es como han sometido al equipo que, el marketing y no el juego, considera el mejor desde entonces.
El Atlético del juego intenso y pegajoso, se transformó en un cuadro de enorme clase y calidad en el cuerpo a cuerpo. La transformación no es poca cosa, cuatro goles la patentan. El resultado, histórico por sí solo, dejó algo más valioso que la Liga abierta para el Campeón. A partir de hoy, nadie podrá decir que el Atlético de Simeone sólo sabe jugar al fútbol de una manera, ahora también gana de esa forma que antes sólo exigíamos al Madrid o al Barça. El Atlético que ya dominaba su estilo, empieza a dominar el de los otros, tiene un alter ego inmenso.
Tiempo después de aquel minuto demoledor, Simeone evoluciona. Ancelotti en cambio, guarda aquel minuto, en silencio.