Los Kansas City Royals se coronaron en patio ajeno. El equipo que el año pasado fue humillado en su casa durante la Serie Mundial tuvo su revancha y finiquitó a los New York Mets por 7-2 (4-1 en la serie) para obtener su segundo título de la MLB.
Nada podría cambiar un guión que parecía preestablecido como una tragedia para el equipo más sufrido de la Gran Manzana… ni siquiera el home run inicial del inevitable Curtis Granderson o el gran trabajo que tuvo por ocho episodios el abridor Matt Harvey al mantener a raya a la ofensiva de Kansas City… tampoco la ventaja de dos carreras que tenía New York al inicio del noveno episodio. La noche estaba pintada de tristeza para la gran ciudad.
Fue Eric Hosmer (no podía ser alguien más) el encargado de echar a perder un triunfo casi seguro de los Mets cuando conectó un doble que produjo la primera carrera de los Royals. A partir de ese momento, todo fue una pesadilla.
Terry Collins cambió al ya visiblemente cansado Harvey una vez que el daño estaba hecho. Lo demás fue la crónica del derrumbe natural de un equipo que llegó desmoralizado a los extra innings.
El momento de explosión de la ofensiva visitante se dio en el episodio 12. Addison Reed, relevo de los Mets, perdió la brújula y permitió un rally de cinco carreras del que los Mets ya no se levantaron.
Revancha para un equipo que con fundamentos básicos, acompañados de una buena dosis de suerte, hizo su trabajo. El que fue salvado por un inesperado rally varias veces, ese que esperó 30 años para volver a saborear las mieles del triunfo. Kansas City no duerme esta noche…. sus Royals, con toda justicia, son campeones.