Por: Ángel Armando Castellanos | @aranha_azul
Jueves 23 de mayo de 2002. 20:00 horas en el Estadio Azteca. Noche templada de primavera. América suma 13 años sin ser Campeón. Sus últimos jugadores vestidos de gloria se han retirado o están por hacerlo. Varias veces acariciaron el título. Esta vez parece más cercano que nunca. El rival se llama Necaxa. Su hermano menor por aquello de que Emilio Azcárraga Jean es dueño de ambas instituciones.
El escenario es inmejorable. La delantera la encabezan Christian Patiño, Iván Zamorano y Hugo Norberto Misionero Castillo. El medio campo es responsabilidad de Pavel Pardo, Germán Villa y Raúl Rodrigo Lara. En el fondo José Antonio Castro, Ricardo Rojas, Duilio Davino y Raúl Salinas defienden a Adolfo Ríos. Manuel Lapuente es Director Técnico.
En cuartos de final victimaron a La Piedad con global espectacular: 2-6. 3-1 en cada partido. Las semifinales sirvieron para dejar fuera a Pumas (0-0 en el Estadio Azteca y 1-2 en Ciudad Universitaria). Mayor esperanza para su afición, imposible.
El partido de ida no empieza de buena manera. Al minuto 10 Lara comete falta sobre uno de los ídolos que hoy representan al rival: Luis Roberto Alves Zague. Es en el sector izquierdo. Es cerca del área. El encargado de cobrar no es otro que Víctor Ruíz. Lejos quedó su época infalible en Toluca. Igual sigue siendo un riesgo.
Víctor lo confirma. Dispara. El balón choca con la barrera. Primero con Zamorano, luego con Rojas. Se eleva. No va directo al ángulo. El problema para Adolfo Ríos es que baja justo a tiempo. Sólo tiene tiempo de voltear la cabeza y contemplar como ingresa a su portería. Raúl Arias festeja. Manuel Lapuente se lamenta. Apenas van 12 minutos.
América intenta empatar. Sobra tibieza. Necaxa se ve feliz saliendo a velocidad. Raúl le está ganando la partida a Manuel. Otro intento de los azulcremas que rechaza la defensa rojiblanca. Zague retiene el balón un momento en media cancha. Víctor Ruíz lo apoya y vuelve a cederlo. Avanza unos metros y la pone para Carlos Boli González. Pasa para Ruíz. Luis Roberto entra al área y recibe. La barrida de Ricardo Rojas no puede ser más inútil. Disparo cruzado -el sello de la casa- y el 0-2 al 42'. No festeja. Huele a Campeón.
La imagen pequeña en la transmisión no puede describir más al americanismo. Cuauhtémoc Blanco está concentrado con la Selección Mexicana. Espera que empiece el Mundial en Corea y Japón. Está viendo el partido. Tiene la cabeza agachada. Su cara de frustración lo dice todo. Seguro que por su mente pasa la idea de jugar en el Estadio Azteca y cambiar las cosas. Por fortuna para los suyos no es posible. Tampoco resultará necesario.
En el segundo tiempo nada cambia. Necaxa disfruta contragolpeando. Tiene las más claras. América sufre por generar llegadas reales de gol. Luis Pérez puede marcar el 3-0 al final. Adolfo Ríos se lo impide. América llegará con vida al juego de vuelta…
Cuatro días después, pero a las seis de la tarde, el Coloso de Santa Úrsula espera paciente la resurrección del Ave Fénix.
El primer tiempo es una calca de la película vista en la ida. Ángel Rambo Sosa tiene para liquidar. Los Rayos logran las más claras. Todo queda en suspiros. La historia cambiará radicalmente.
Cambio de juego en América. Trazos largos que terminan con balón para el Misionero Castillo. Está a unos metros del borde derecho del área. Manda un centro a segundo palo. Respiración contenida por décimas de segundo. Christian Patiño aparece. Se eleva. Remata de cabeza hacia el palo contrario. Nicolás Navarro ha sido vencido. La celebración mostrando la imagen de la Virgen de Guadalupe representa la esperanza que a partir de ese instante vive el americanismo.
Cuatro minutos después se confirma la fiebre amarilla. Cucharada de su propia medicina para el Necaxa. Contragolpe cadencioso por el centro. Castillo se vuelve a vestir de asistente del héroe. La toma, da un par de pasos hacia adelante y cede para Iván Zamorano en la media luna. El balón está en poder del chileno. Dos segundos sin defensa pegado. No lo piensa. Recuerda sus épocas de gloria en el Real Madrid y en el Inter. En décimas de segundo decide revivirlas. Dispara cruzado y todo se vuelve alegría. “¡La pelota está en el fondo! ¡Gol del América!”, grita Raúl Sarmiento.
En Asia Germán Villa, Cuauhtémoc Blanco y Luis Hernández festejan a todo pulmón. Sueñan con ver a Las Águilas coronándose. Germán y Luis forman parte del plantel. Cuauhtémoc lo hará cuando arranque el Apertura 2002. El sueño europeo ha terminado.
La historia no puede ir mejor. Otros cuatro minutos después y más esperanza. A Luis Pérez le pegó la inexperiencia. Su juventud lo mata y también aniquila la esperanza rojiblanca. Presiona la salida de América a metros del área rival. No le tiene piedad al talón de Ricardo Rojas. Sus tachones van directo al pie del oponente. Armando Archundia sale corriendo y le señala el camino. La roja directa es más que merecida.
Así termina el tiempo regular. Será necesaria la prórroga. El sueño del Gol de Oro está más vivo que nunca. Necaxa sueña con los penales. América con terminarlo todo de la forma más épica posible.
Carlos Gutiérrez hace temblar los azulcremas. En un contragolpe Zague cede para él. Dispara con fuerza cruzado. Adolfo Ríos se estira y provoca suspiros. Casi se acaba la ilusión de otra estrella para los de Manuel Lapuente. Apenas es el minuto 3'.
Tres minutos después Luis Roberto choca en el área con Rojas que le gustaría defender. Armando Archundia decide que no es falta. El afectado reclama, se molesta. Golpea con sus manos el pasto mientras está sentado.
América lo intenta con un disparo de Misionero. Hay desvío de la defensa necaxista. Hay otra oportunidad en un tiro de esquina que se cobrará desde la izquierda. Christian Patiño lo cobra. Iván Zamorano lo remata y manda el balón al fondo. El gol es anulado. Lapuente no puede creerlo. Hubo falta. El reclamo del chileno con conchas de su madre incluidas no se hace esperar.
No cesan los intentos del “visitante administrativo”. Desde la banda izquierda Christian Patiño saca centro. Marcelo Lipatín remata. Archundia señala desvío y marca el tiro de esquina. Raúl Arias reclama airosamente.
Lo cobra Álvaro Ortíz. Misionero remata de cabeza. La hazaña está terminada. El balón pega en Nicolás Navarro. Va con tal fuerza que no lo logra desviar lo suficiente. Vuelve a chocar con el travesaño y entra. Esta vez no hubo falta. Manuel Lapuente da gracias al cielo y todo el americanismo celebra. ¡Son campeones!
Sin saberlo, será la primera y única vez que presuman una remontada después de haber perdido por dos goles en el partido de ida dentro del los torneos cortos. Hoy quieren volver a hacerlo en Ciudad Universitaria. De lograrlo, la proeza será mucho mayor. Hace falta marcar cuatro o más goles. Hace falta…