Por: Ángel Armando Castellanos | @aranha_azul
Será inolvidable. Para Javier Orozco, para Tiago Volpi, para Santos, para Querétaro. Pocos -por no decir ninguno- habrían pronosticado lo sucedido en el Territorio Santos Modelo.
Javier escribió su nombre con letras de oro en Santos y en el futbol mexicano. Sólo Gustavo Nápoles había logrado algo similar. Sólo él había bautizado una final con su nombre.
'Chuletita' soñó muchas noches con esta velada. Muchas con una playera azul. Muchas en las que terminaba con una sequía. La noche más húmeda que vivió, sus lágrimas se confundieron con la lluvia.
Dos años después la revolución, el balón, el futbol y los dioses le han hecho justicia. Torreón, la ciudad de los grandes esfuerzos, se ha convertido en la de los grandes milagros. El de hoy tiene en la espalda el '27'.
El interés estaba en Ronaldinho, en sus berrinches. En Vucetich y en su inercia ganadora. A Santos y a Javier se les menospreciaba, sobre todo a Javier, cuya capacidad estuvo en duda más de una vez.
Javier decidió cambiar el guión. Su socio, un africano, apuesta del portugués Caixinha tampoco era apreciado. Él, más silencioso -pero efectivo- que de costumbre, volvió héroe al de Los Mochis.
Los Mochis no pondrá a este héroe a la altura de sus boxeadores y tal vez se le olvide tan pronto como Gustavo 'Gusano' Nápoles'. Un héroe al que la selección tal vez no le haga justicia. Uno que contará a sus nietos su noche mágica. La de Torreón, la de su vida.