Por: Ángel Armando Castellanos
Hace 100 años lo engendró Franz Kafka. El escritor checo imaginó la historia y la plasmó. De acuerdo a relatos sintió espanto al terminarla. No era para menos. Su mente loca y rebelde había producido una de las novelas más escabrosas de toda la historia. El título: La Metamorfosis.
Mientras vivió no se hizo famoso por la autoría. Tras su muerte el texto comenzó a distribuirse. Sin saberlo, se convirtió en un clásico de la literatura del Siglo XX. Hoy es un infaltable para quien pretende sentirse culto. Un referente obligado para hablar del Cruz Azul.
Como el protagonista de la historia, La Máquina vivió una infancia increíble. Cuatro años después de llegar a Segunda División logró el ascenso. Seis años después ya era campeona. Más adelante dominó una década. Pero antes de cumplir los 20 años sufrió la peor de las catástrofes: su entrada a la madurez.
El despertar de la pubertad fue un duro golpe. De ser la sensación del futbol mexicano pasó a ser un bicho raro. Un engendro enorme y asqueroso incapaz de ganar campeonatos. Un tipo de pasado increíble y personalidad gris y asustadiza. Alguien incapaz de despertar de su letargo. De enamorar a nuevas generaciones.
Aquellos que lo han visto en esa faceta dudan al creer que fue un niño feliz. Los que lo conocieron en su etapa de esplendor creen que es es sólo una cucaracha fea, inútil, gris, sin corazón. Un ente devorador de lo que recibe sin devolver la gloria.
Como en La Metamorfosis, este protagonista no dan señales de volver a su etapa dorada. Bien podría pasarse décadas así hasta que los suyos decidan dejarlo morir. Antes intentará toda clase de remedios. Sólo quiere volver a ser feliz en su mundo. El mundo del futbol mexicano.
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