Por Ivan Pérez
Tras el 3-0 en el juego de ida, el camino más fácil era rendirse, pero Pep sólo quería luchar, apostar por la voltereta… dormir tranquilo.
El equipo de Pep Guardiola era un ciervo que intentó derrotar a una manada de leones en la sabana. Era imposible y el concepto se desglosa en que no se logrará lo que pretendes, y pese a ello lo intentó. ¿Vale la pena luchar aunque la batalla esté perdida?… Quizás sí, para dormir tranquilo o morir en paz.
Guardiola plantó hace ocho días en Barcelona un equipo para ir a ganar una batalla, aunque delante tenía a los leones más feroces del mundo dispuestos a devorarle (como lo hicieron). Bayern no tiene su principal virtud en el sistema defensivo y pese a ello salió de visitante a decirle al rival que estaba dispuesto a un intercambio de golpes y ocurrió lo que la normalidad dictaba, con el tridente Messi-Neymar-Suárez en su mejor momento lo hicieron pedazos.
El futbol se ha vuelto un negocio tan grande, tan complejo, tan resultadista, que lo más importante es el marcador y el número de copas que levantes. Pero a un tipo como Guardiola eso no le basta.
Bayern dejó en el camino casi 55 millones de euros que tenía como premio en caso de ser campeón, Pep seguir con su inmaculada figura de entrenador triunfador siempre (bueno, casi siempre), o como un estratega que pone tendencias en el pizarrón. Ayer, para muchos, quedó como un inútil, pero él está en paz, ¿por qué?
Pese a que en el partido de ida el 1-0 en contra resultaba un buen resultado para el conjunto de Múnich, Pep no dio una instrucción distinta que no fuera atacar; el león ya había mordido al ciervo y en vez de correr intentó ir por él con más fuerza, retarlo y buscar ganar algo que todos mirábamos como una locura.
Pero los hombres de convicciones son así, necios, tercos, testarudos. El 3-0 liquidaba todo, pero en Múnich, después del 1-2 en contra, ya con la goleada a cuestas en el marcador global, a Pep sólo se le miraba por la pantalla que apretaba los labios, respiraba profundamente y luego hubo un gestó que no sé si lo notó, pero con la mano les decía que había que seguir adelante… adelante.
Que difícil decisión. Humillada la poderosa máquina alemana, el orgullo de Bayern en juego y ese loco catalán diciendo que había que intentarlo, ¿intentarlo?, ¿qué quería intentar?, ¿qué buscaba Guardiola diciendo que tenían que seguir?
Para la segunda mitad, Barcelona tenía claro que Bayern no se rendiría. No lo haría porque conoce a Pep, no sólo lo sabe Messi, Iniesta, Xavi ni todos los jugadores que él dirigió, sino también Luis Enrique con quien compartió vestuario en sus épocas como jugador.
La dignidad de Guardiola no es algo que nos deba sorprender, Guillem Balagué documentó en su libro Pep Guardiola, otra forma de ganar, que por su orgullo y deseos de seguir como jugador del FC Barcelona hasta sus últimas instancias no le importó salir por la puerta de atrás sin el reconocimiento y honores del club, su calidad del mediocampista lo llevó a recibir propuestas del futbol inglés e italiano cuando todavía estaba a buen nivel, pero él quería y creía que podía aportar a su club y no se movió.
A Pep no le importa el qué dirán, ni “la mierda de ser el mejor entrenador del mundo”, ama el futbol, el deporte, sus creencias y su filosofía. Por eso también vino a México por una petición de su amigo Manuel Lillo, y seguramente la gente de Dorados de Sinaloa no tiene que hacer demasiado cuando le pide unas palabras de aliento para su plantilla.
Los que lo conocen o han trabajado con él dicen que puede tomar el café en cualquier sitio, con la simple condición que le guste y le convenza. También así ocurre con su equipo Bayern, se convenció de una manera en que quiere jugar y adelante, a darle, pase lo que pase.
Una ocasión en una conferencia Guardiola decía que lo más importante es vivir y desprender pasión para el día a día, que eso le recomendaba a los jóvenes. “Alguna vez platiqué con el entrenador de (Roger) Federer en el US Open y me decía que pese a que él ha ganado los millones de dólares que ha querido, él es capaz de ver un partido de tenis a las 2 de la mañana de un torneo de China de cualquier jugador, le encanta el tenis”, narró.
Así también es él, en Barcelona, Culiacán o Múnich podía desvelarse hasta terminar un video del rival para analizarle. “Si a mí me hubiera gustado ser albañil como mi padre, hubiera intentado ser el mejor albañil posible”, dijo en otra charla al referirse de la “pasión”.
Guardiola y Bayern eran el ciervo en la sabana ante una manada de leones, FC Barcelona, y decidió que nunca había corrido, huido y que ahora tampoco lo haría. Pasó lo normal: ¿cuándo se ha visto que un ciervo derrota a un león…? Se ha leído que escapan, pero jamás que lo ha dominado.
Y todo tiene sus consecuencias, quizás haya sido su último partido en Múnich, lo tacharán de mal entrenador (y bueno, en la serie falló para ser sinceros), pero nadie podrá recriminarle jamás que no es lo que él cree, piensa. ¿Eso sirve en el futbol ahora que todo es millones, copas, campeonatos? Eso es inútil, pero cuando esté a solas no podrá reprocharse nada y eso (para muchos) lo vale todo. Por cierto, Bayern fue eliminado, pero ganó, con dignidad.