Por: Roberto Quintanar
Es injusto recordarle únicamente por haber lanzado una de las frases más recordadas en la historia del clásico mexicano. Más allá de haber lanzado una camiseta al suelo para asegurar a los jugadores del América que “con esa tenían” tras ser expulsado, el recio ex defensor de las Chivas refleja plenamente la personalidad y el carácter del que hoy adolecen muchos de quienes portan los colores rojiblancos.
Los valores de Sepúlveda se forjaron desde que era muy joven. Su padre, quien se dedicaba a fincar casa, le hizo aprender a pintar y hacer instalaciones eléctricas, por lo que el trabajo fue su primer gran aliado para saber que las cosas cuestan y hay que ganárselas con el mayor de los esfuerzos cada día.
Pero además, en ese entonces comenzó a destacar como deportista. “Recuerdo que las señoritas de la escuela me querían porque era un gran atleta”, rememoró en una entrevista con el Canal Once del IPN. “A los doce años fui campeón de frontón a mano… siempre me sentí [un] triunfador”.
Esa sensación de sentirse uno de los mejores fue trasladada a la cancha para hacer del ‘Tigre’ uno de los jugadores más destacados de su época. Desde su debut con el Guadalajara en 1952, club en el que recaló tras ganar un campeonato juvenil con el seleccionado de Jalisco, se supo que aquel defensor recio, rudo y de personalidad destacaría en el balompié nacional. Pero la confianza absoluta no se la ganó sino hasta la llegada del entrenador uruguayo Donald Ross, quien renovó a las Chivas para hacerles pasar de ser el equipo “ya merito” al club más exitoso de mediados del siglo XX en México.
Fue entonces que nació el campeonísimo. “Yo me sentía muy importante, pero admiraba a mis compañeros”, asegura Sepúlveda. Esta pequeña soberbia estaba más que justificada: seis títulos de Liga, un campeonato de Copa y cinco trofeos de Campeón de Campeones forman parte del palmarés que cosechó a lo largo de su carrera con el club rojiblanco.
Pero a la par de sus éxitos también vinieron los sinsabores, específicamente con la Selección de México. Su primer Mundial, el de Suecia 1958, no fue la mejor de las experiencias. En el duelo contra Hungría, el defensa, que ya se encontraba tocado, salió gravemente lesionado de la rodilla derecha. Este golpe lo puso al borde del retiro, aunque fue capaz de volver a las canchas para competir al máximo nivel.
El siguiente trago amargo se dio cuatro años más tarde, en Chile. El cuadro nacional dio una de sus mejores exhibiciones hasta ese entonces, cayendo en duelos épicos frente a Brasil y España y venciendo a Checoslovaquia por 3-1. Sepúlveda fue considerado uno de los mejores defensores del torneo. El entrenador argentino Alejandro Scopelli Casanova le garantizó al ‘Tigre’ que lo llevaría a jugar al futbol español con el Valencia, pero un incidente en que el timonel explotó por la derrota del cuadro mexicano de último minuto frente a los ibéricos terminó con un zapatazo del zaguero tapatío a Scopelli, terminando con toda posibilidad de viajar al viejo continente.
1966 marcó un antes y un después para don Guillermo. Siempre de personalidad recia y un auténtico líder en la cancha, comenzó a organizar secretamente un sindicato con otros futbolistas de la Selección Mexicana. Un par de semanas antes del Mundial de Inglaterra, los directivos Guillermo Cañedo y Felipe Zetter se enteraron de la situación (se dice que gracias a José Luis González, jugador joven temeroso de alguna represalia), por lo que decidieron cortar a Sepúlveda del grupo. Irónicamente, el sitio del ‘Tigre’ fue tomado por Carlos Albert, quien poco después también trataría de defender los derechos del jugador y correría con peor suerte que la de su compañero al ser borrado del balompié nacional.
Más allá de las malas experiencias, la dignidad de Guillermo Sepúlveda quedó intacta. El ‘Tigre’ es el arquetipo del jugador chiva de aquellos gloriosos años del campeonísimo, tan distantes como añorados por una afición que hoy sufre por no tener en la cancha a un jugador con la mitad de aquella personalidad. A 80 años de su nacimiento, recordamos parte de su carrera, una de las más brillantes en la historia del futbol mexicano.