A oídos de Tony Mowbray llegó la existencia de un polaco que prometía como el que más. En ese entonces buscaba un delantero matador para el West Bromwich, que tuviera la astucia de un correcaminos y la mordida de un coyote. Cuando escuchó los rumores, su deseo se convirtió en obsesión.
El objeto de su atención era Robert Lewandowski, un desconocido jugador de 20 años que dominaba el área, pero aún con escaso vuelo como para ser considerado una realidad. Por su cuerpo corría sangre deportiva. Su padre había sido campeón de judo y su madre jugadora de voleibol.
Mowbray no necesitó más de un partido de observación para llenar el cheque. Maravillado por el talento de Lewandowski en un partido de la Sub 21 de Polonia, solicitó un préstamo por seiscientas mil libras. La propuesta fue rechazada.
Meses más tarde, ya en el banquillo del Celtic, Mowbray se mantuvo inquieto buscando las palabras que resolvieran el crucigrama. Cuando parecía dar con la tecla, equipos de la Premier League y de la Serie A se sumaron a la carrera y catapultaron el precio a cuatro millones de libras, un imposible para Celtic.
Desde Inglaterra, Sam Allardyce, técnico del Blackburn, pagó su inscripción a la carrera por Lewandowski y decidió enamorar con hechos en vez de emprender la conquista a punta de billetes. Giró una invitación personal a Lewandowski para que estuviera presente en el estadio para el partido contra Everton. Robert aceptó, guiño que alteró el ritmo cardíaco del Blackburn hasta hacerlo temblar.
Con todo listo para que Blackburn pusiera las estrellas y la luna a los pies del polaco, el sueño se convirtió en polvo. La nubes de ceniza provocadas por el volcán islandés Eyjafjallajokull provocaron el cierre del espacio aéreo europeo. Lewandowski no pudo volar y para cuando el cielo volvió a estar en condiciones de recibirlo, Borussia Dortmund había tomado su ficha y cerrado el acuerdo.
En Alemania, Robert se convirtió rápidamente en un referente de ataque y en el hombre de todas las confianzas de Jürgen Klopp para estar en el momento adecuado para enviar balones a las redes. No pasó mucho tiempo para que el gran rival del Dortmund, el Bayern Múnich, pusiera su vista en el espigado delantero polaco… y cuando los bávaros quieren algo, lo consiguen.
Ayer, Lewandowski se convirtió en el jugador que ha marcado los cinco goles más rápidos en la historia de la Bundesliga. Nueve minutos fueron suficientes para que Lewy fulminara al Wolfsburgo. Hace un lustro, cuando un volcán cambió su destino, nadie imaginaba que lograría tal hazaña. Nunca como ahora, la casualidad parece coexistir con un guión ya establecido por la vida.