Por Santiago Cordera
En México no hay condiciones para hacer periodismo de investigación. Se ha convertido en un oficio para valientes, para reporteros excepcionales que han brincado esa prohibición –como escribe Ricardo Rafael este jueves en El Universal– sin temor a perder su trabajo, e incluso su vida, en favor de la libertad de expresión.
La salida de Carmen Aristegui y su equipo de trabajo de MVS hirió al gremio periodístico en particular. Intelectuales, artistas, líderes de opinión, y los que formamos parte de este oficio, no salimos en defensa de Aristegui y su equipo de investigación, sino en defensa de un derecho tan elemental como la libertad de prensa.
Leo Zuckermann lo dijo claro en su comentario en el programa de Pepe Cárdenas en Radio Fórmula. Mientras en otros lados como Estados Unidos o Reino Unido hubieran premiado a Daniel Lizárraga e Irvin Huerta por haber publicado la investigación sobre la Casa Blanca, aquí los castigan con el látigo de la censura disfrazado de despido. Zuckermann no se equivoca, si bien es cierto que hemos avanzado y la autoridad ya no arrebata la vida al periodista como en 1984 cuando fue asesinado Manuel Buendía, aún seguimos escuchando los mensajes que no sólo quieren callar al gremio, sino que quieren que se entienda fuerte que el periodismo de investigación disgusta, como lo dice Ricardo Rafael.
Quienes nos dedicamos a este oficio no somos tontos. Escuchamos el mensaje. No se necesitan amenazas ni comunicados para comprenderlo. Traigo este tema a la mesa del periodismo deportivo porque es así. En el futbol mexicano no hay transparencia, ni manera de llegar a ella. El día que un medio de comunicación deportivo realice una investigación con el sello del equipo de investigaciones especiales de Carmen Aristegui, y revele cómo se compone el pacto de caballeros, revele el conflicto de intereses en el triángulo Federación-medios-patrocinadores, revele –si es que hubiera- amaño de partidos, revele apuestas ilegales, revele el tráfico de influencias entre marcas y medios, al día siguiente está muerto, muerto porque los medios de comunicación viven de la publicidad y ésta saldría a comprar cigarros y nunca regresaría.
En México hay reporteros de investigación excepcionales. Se me viene a la mente Ivan Pérez, editor de El Economista y colaborador de esta casa editorial. Y no lo digo porque lo conozco, sino porque de acuerdo a sus valores periodísticas intenta transparentar lo más posible lo que sucede en los cuartos oscuros y tenebrosos del futbol mexicano a los que la prensa no tiene prácticamente acceso, pero si se adentrara en el tenebroso mundo, oscuro y peligros, del tráfico de influencias de la industria del balompié nacional, difícilmente saldría airoso.
Prohibido el equilibrio. Lo hecho en México condena la objetividad por convicción y consumo. La Federación y la Liga, hermanadas por nutrirse de la misma billetera, dividen a los medios en amigos y enemigos. Sin matices o auto análisis. El que levanta la mano para exigir mejoría, no cabe en la asignación de entrevistas con jugadores estelares. Si eres incómodo, no entras. Si no eres amigo, se te restringe el movimiento. Si eres crítico recurrente, se te veta. Un secreto a voces, una regla no escrita. La cultura del compadrazgo como hilo conductor en un futbol para el que los datos reveladores son atentados terroristas y los aplausos de acarreados la moneda de cambio para futuros favores. El periodista, o vive de las filias y fobias, o se pierde en el punto medio, en la visión analítica, que para muchos, incluyendo los propios aficionados, no implica sino una medianía carente de pasión y colores. La venta requiere posturas.
Ojalá y esta práctica restrictiva cambiara con el ritmo que impone el IFAI. Entre más se transparente el futbol mexicano, mayor aceptación y credibilidad tendrá. El periodismo de investigación es fundamental para que esta búsqueda del agua cristalina se dé a mediano plazo. Aún hay quien piensa que ser crítico con los dirigentes y la organización del futbol mexicano es una enfermedad que degenera en pesimismo, pero no, el futbol es una de las industrias de masas que más dinero mueve y sería ingenuo pensar que el negocio no está por encima de hacer cada día una mejor competencia deportivamente hablando.